Clara Wieck: Romanza
En su deambular silencioso, descansó Oniria en un risco de apariencia estelar. Aquella enorme piedra, semejante a un lingote de oro toneládico, se estremeció hasta sus entrañas al sentir el contacto de aquella cuyos ojos lo ven todo; se abrió y surgió un Mago intergaláctico; y le dijo:
- Por haberme liberado de esta horrible prisión te concedo tres deseos.
- Te pido solo uno: Que nunca sienta la infelicidad. -Dijo Oniria sin que se le nublase la gratífica mirada.