Todo cuanto existe está sujeto a cambio. La primavera sucede al invierno; la juventud, a la adolescencia; los frutos a las semillas. Todo se transforma, y no siempre para nuestro bien. No podemos evitar las transformaciones de la Naturaleza; pero sí sus repercusiones en nuestra sensibilidad: en nuestra identidad. Ante esos cambios naturales, que implican cambios morales, hay esencialmente dos actitudes: la de quienes huyen y la de quienes buscan. La Historia es una lucha, más que un diálogo, entre esos dos criterios. El Progreso se alimenta de la tradición, no de su traición; porque somos evolución, regeneración, invención responsable: de manera que hay que hacer compatible lo nuevo con lo antiguo, desechando lo novedoso y lo caduco. Y tejer con esos hilos sueños realizables.