Construir la identidad
Asistí ayer a la exposición de pinturas de Elena
Aguilera.
Lo
primero que sentí fue una invasión de líneas de trazo grueso y firme caminando
hacia la incertidumbre, hacia la búsqueda.
Luego pensé: “Bien: alguien que cuando pinta intenta
crear, crearse, al margen de las imposiciones comerciales. Alguien que trabaja
con lo elemental, como un descenso al origen de la personalidad: el
elementalismo de quien sabe despojarse de todo lo que sobra”.
Después
consideré: “Esta sala -estas líneas con su aparente dispersión y sus colores
fuertes, con sus pinceladas chispeantes- me invade porque es como una cueva de
Altamira persiguiendo lo primigenio, o haciendo un exorcismo de los fantasmas
personales, o bocetando los ángeles informes que hacen posible que se realice
un sueño. El cielo liberado del infierno puede estar detrás de estas pinturas,
igual que los bisontes o los ciervos no eran tan solo ciervos y bisontes”.
¿Qué
pretende decirse -y, al exponer, decir- la delgadez escueta de un suspiro que
es Elena Aguilera? O sea: ¿por qué le interesa o debiera interesarle al
ciudadano el arte? Porque todos tenemos un más allá interior, un otro yo al que
aspiramos, libre de vicios y pleno de virtudes que solo alcanzaremos con esfuerzo. Tal vez a eso
se refería Rimbaud cuando afirma “Yo soy otro”. Y eso parece decir esta
sentencia anónima: “Soy el que quiero ser más que el que fui”. Eso liberó a Beethoven
del suicidio cuando empezó a quedarse sordo: antes de morir tenía que construir
algo que lo dignificase y dignificase a los demás. Y esa misma búsqueda de sí
mismo y entrega a los otros fue retrasando la muerte de Van Gogh.
Es el
artista -pintor, escritor, compositor...- el que, siempre en actitud introspectiva,
consigue dar forma a sus fantasmas o sus ángeles. El auténtico artista expresa
su realidad -sea figurativa o abstracta- minimizando la distancia que hay entre
su creación y el objeto -físico, síquico- de su interés. Pero incluso el menor
objeto observado y recreado es trascendental, puesto que es un fragmento de
identidad del yo que somos y del que queremos ser. El artista observa, imagina,
especula, reflexiona, esboza, crea, recrea, tacha, añade... en un proceso
semejante al de aquel que no quiere equivocarse en su diagnóstico, sea médico,
arquitecto, banquero, negociante, soñador, rico, pobre... ciudadano, al fin.
Así que
contemplar estas obras de Elena Aguilera -asistir a un museo, leer un buen
libro, escuchar buena música...- es tanto como aprender un método de
conocimiento o iniciar una beneficiosa autoterapia.