Visitas

Seguidores

miércoles, 11 de julio de 2018

En torno al abstraccionismo, y 10 (Un arte definitivo)

Pulsar para leer  antes >>
                      En torno al abstraccionismo, 1  
                      En torno al abstraccionismo, 2
                       En torno al abstraccionismo, 3
                       En torno al abstraccionismo, 4 

                   En torno al abstraccionismo, 5 

En torno al abstraccionismo, 9 
Mussorgsky: Cuadros de una exposición

10.- Un arte definitivo
     ¿Es arte cualquier cosa que nace de cualquier concepto y que se exhibe en cualquier sala de arte?  El buen arte es el que configura el corazón y el cerebro en una trabazón interdependiente y eficaz, sin que la emoción asfixie la clarividencia ni la sensatez ahogue la pasión. ¿Es la abstracción, con sus ortodoxias y heterodoxias, el arte definitivo? El arte abstracto es tan figurativo como todos, aunque su figura no pueda hallarse en el mundo exterior o físico y su  existencia siga el camino inverso al arte anterior: primero, la realidad síquica; y luego, la física, el cuadro. La necesidad de encontrar lleva a creer que lo hallado es el verdadero hallazgo. En verdad, pintadas las esencias del ser humano, el que somos y el que manifestamos, su Jekyl y Hide, poco parece quedar por descubrir. Porque “hay otros mundos, pero están en este” Èluard); hay otras vidas, pero están en esta. Todo arte es vida porque nace de la vida; y de poco sirve si no da vida. Parece claro, por consiguiente, que todo arte debe contener al hombre y dirigirse al hombre. Así que primero tendremos que saber qué es el hombre o qué queremos que sea. Y después preguntarnos ante la obra qué aspecto humano, visible o invisible, pretende retratar. Porque lo que importa no es si reconocemos o identificamos un objeto en el cuadro, sino si ese cuadro, figurativa o abstractamente, contiene ese objeto metafísico que es el hombre. Todo se resume en qué decir, cómo decirlo, y por qué. No es tan difícil saber cuál es el arte con futuro: basta aprender de las obras que no han tenido porvenir y solo tienen un pasado efímero; y, por tanto, de las que han mantenido su vigencia porque el hombre intemporal se ha ido reconociendo en ellas. Decir lo esencial humano del homo sapiens buscando la idoneidad entre lo expresable y lo expresado, huyendo de los jeroglíficos y crucigramas del homo ludens. Al final de ese proceso queda la belleza como edén redentor de esta existencia. 


 Por eso -ya lo he dicho- un cuadro como La Gioconda es un paradigma de precisión emotiva y ciencia expresiva, de victoria sobre el conflicto entre impresión encontrada y expresión formulada, entre poesía y filosofía. Ese rostro de Leonardo es todo un postulado sobre la emoción pura, una ecuación lírica, una matemática sentimental: un cúmulo de experiencia de vida y experiencia pictórica, que nada valen si no van unidas. El ojo no frena su espontaneidad al percibir la densidad de su humanismo, la sabiduría se ha hecho en esa pintura un mecanismo perfecto de sincronización entre sentimiento y pensamiento, emisión y recepción. ¿Y la Improvisación 35 de Kandinsky? Una estampida intimista de los diablos y luzbeles de la mente, una orgía de místicos infiernos, un vendaval de cánones en fuga y en busca de otro canon.
   Así el hombre sincrónico, sin premeditación interesada, salva de la vorágine del tiempo las obras que testimonian su verdadera identidad de cosa irracional inteligente o, dicho con eufemismo, animal racional. 







No hay comentarios:

Publicar un comentario