Voz del autor
LA GLORIA EFÍMERA
Bajo un cielo cansado que planea
sobre la espalda comba de la tarde,
en la estación de los estudios nobles,
el habitante del pasado vuelve
a esa ciudad donde vivió una vez.
Fue allí la juventud, la gloria efímera.
Sueltas las riendas de la vida, porque
no se veía el fin de ese camino,
pronunciaba palabras aprendidas
que, una vez dichas, eran solo aire.
Desde las cresterías de poniente
dispensaba el otoño luz de miel
a los campos mullidos y a sus ojos
de pasmo. El que hoy regresa a aquella casa
de oro y de papel lleva consigo
vestigios sordos, mudos jaramagos.
Nadie sabía entonces el futuro,
pero ya estaba ahí, plagado de agujeros.
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