Voz: Manuela García
El sueño de don Alonso
“Desocupado lector…”.
Reclinado en la tarde, don Alonso
otea el horizonte: la llanura,
bajo el cielo rosado del crepúsculo,
parece cobrar vida:
la antorcha del ocaso
ilumina una sombra que se acerca
difuminada y fantasmal, ecuestre
y misteriosa; todos
los rostros en que piensa son fantasmas
de polvo y lejanía.
Sueña acaso que es él, que al fin regresa
de un viaje entre sus viajes
inmóviles, cuando por fin huyó
del hastío del campo y del cuidado
de su hacienda, del galgo corredor
y el tedio cotidiano. Ve
entre los arreboles crepitantes
los rasgos de un cautivo que retorna
de batallas navales y prisiones moriscas.
Ya quisiera que fuese un emisario
con noticias de que sus varias obras
de teatro han triunfado. Considera
que bien pudiera ser
el gran Lope de Vega, o el mismísimo
don Miguel de Cervantes, tan cercano
a su vida durante tanta vida.
Incluso, simplemente, pueden ser
el cura y el barbero de la aldea,
que se ausentan en ocasiones. O,
puestos a imaginar,
un puñado de ovejas descarriadas,
Pentapolín, Cardenio, Sancho, el Duque…
Cuando pasan los años siempre asalta
el pasado -que nunca fue mejor-
convertido en presente y en futuro:
en horrible epitafio del vacío.
Y cerrando los ojos, Don Alonso
entra en su caserón y se despoja
de la desidia, arroja sus vestidos
y clama: ¡Don Quijote!
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