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domingo, 26 de enero de 2025

De la incredulidad

 

De la incredulidad


¿Quién no quiere creer en un gigante 

tan infinitamente poderoso 

que lo salve de todo, del temor 

a las fieras y al hombre, 

a cualquier contingencia tortuosa, 

y más, a la agonía y a la muerte?

Invócame en el día de la aflicción; 

te salvaré y me glorificarás.

Ese es el Dios de los creyentes, 

el resplandor que impide ver el miedo, 

ilumina las sombras del futuro 

y asegura la luz en todo tiempo.

No condenéis, por tanto, mi tragedia, 

sino alentadme para que mi falta 

de fe se fortalezca con mesura,

la simple humanidad de que estoy hecho.  

¿Quién no querrá creer en esa magia 

que abraza la razón y la apacigua?

Y sin embargo, ¿cómo responderse 

a las inevitables embestidas

del pensamiento?¿Cómo 

aceptar que el creador de toda perfección,

en vez de sonreírme me da lágrimas, 

me hace imperfecto y no se apiada 

de mis imperfecciones, me abandona 

en medio de un naugragio 

que también él ha creado?

¿Si existe un Ser perfecto considera

que crearme imperfecto es su deber 

y forma parte de la perfección?

¿Me castiga por qué?

¿Porque es delito haber nacido? ¡Pero 

si es él el que me empuja a la existencia!


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