Nunca se han publicado tantos libros de poemas como hoy; mejor dicho, de versos; y si hay que precisar, de palabreríos dispuestos como si fueran versos. En resumen: demasiados libros que pretenden ser poesía y solo son ayuntamientos de bisutería y zarandajas.
Es inconcebible: si el lenguaje nació para que perdurase lo que, por su interés para la humanidad, debía ser recordado e inolvidable, ¿cómo ahora la mayoría de las poéticas son de lo efímero?
No es malo escribir, sino aconsejable, puesto que se purga el corazón y se ordena el pensamiento. Pero publicar sin autocrítica es amontonar piedras que hay que apartar para descubrir las obras sepultadas bajo ellas.
Claro: como no se lee, o se lee mal, se escribe peor.
Claro: como no se lee, o se lee mal, se escribe peor.
Podrá no haber poetas, pero siempre / habrá asnos cantarines.