- ¿Cuántos hombres y mujeres, recordando los versos de la Elegía de Manrique, o de Hernández, han consolado su silencio porque no sabían cómo expresar el dolor que les infligía la muerte de un ser querido?
- ¿Cuántos, observando El muchacho azul, de Gainsboruch, o el Master Hare, de Reynolds, han sentido la vida renacer mientras se les iluminaba el corazón?
- ¿Cuántos, contemplando La libertad guiando al pueblo, de Delacroix, o el Guernica de Picasso, han descubierto su desprecio por las esclavitudes y guerras físicas o síquicas, más fuertemente, incluso, que al recordar el horror de Hiroshima?
- ¿Cuántos, ante la bethovénica Novena, se han esforzado como nunca por vencer la melancolía que inundaba sus vidas?
- ¿Cuántos, al leer La montaña mágica, de Mann, o Los hermanos Karamazov, de Dotoiewski, o el cervantino Don Quijote, han comprendido que el sentido de la vida es buscarle un sentido en vez de dejarse aplastar por el peso de los sinsentidos que acosan la existencia?
- ¿Cuántos, tras la lectura, contemplación o audición de Balzac, o Dickens, Goya o Velázquez, Shostakovich o Bach… empiezan a conocer los laberintos de la sociedad?
- ¿Cuántos han descubierto que en algún lugar de un libro, un cuadro, una partitura … hay una respuesta a las muchas preguntas del vivir?
La Humanidad es un yo individual abriéndose paso a través de la Historia para llegar a un yo social que nos integre a todos. Y cada artista es un portador de luz en esa carrera de relevos.
La Humanidad es un yo individual abriéndose paso a través de la Historia para llegar a un yo social que nos integre a todos. Y cada artista es un portador de luz en esa carrera de relevos.