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martes, 2 de abril de 2013

Desmayóse Melibea (Actualidad de La Celestina, I)


Remozamiento gregoriano: Tristán e Isolda

1.- Desmayóse Melibea.

Escribió Poe en su “Método de composición”, tratando de justificar su poema “El cuervo”, que el tema más universal es el amor, y que si a este se le añaden belleza, juventud y muerte tendremos la obra inolvidable. Pues bien: la sabia conjugación de esos ingredientes, casi cuatro siglos antes, es “La celestina”. Nada nuevo afirmo si digo que “La Celestina” trata del amor, la lujuria y la represión; es decir: del enfrentamiento entre el individuo y la sociedad; o sea: de la libertad íntima o su carencia. Y esta es la actualidad de una de las obras de mayor singularidad y trascendencia: pocas obras hay en nuestra literatura tan peculiares como ella y muchas que han continuado su visión de la sociedad y del amor.

          “La Celestina” es una obra de carácter libre, sin mojones o límites genéricos, escrita por un espíritu libre ajeno a las ortodoxias y convencionalismos, aunque resueltamente literaturizado y, por lo mismo, siempre preso de las normas literarias de su tiempo, escribiese con ellas o contra ellas y subordinándolo todo a la libertad expresiva en cuanto que la retórica y sus leyes no amordazarían el contenido de su palabra. Si pretendió o no moralizar es anecdótico, porque lo que consiguió fue mostrar su concepción de la existencia. Su iconografía sicológica y sociológica, cuando estas materias aún no existían como ciencias: esa es otra faceta de su importancia. Conocemos un mundo no a través de un ensayo o una exposición teórica, sino a través de unos personajes que viven en el tiempo, que cambian con él, que alteran su carácter como consecuencia de sus conductas y las de los demás, que reflejan una mentalidad, una sociedad, la vida tal como es fuera de los libros y convertida en libro. La verdad es que la tragedia de Calisto y Melibea, de Celestina y los criados, de Pleberio y cuantos caen abatidos por sus vidas, consiste en que las viven insensatamente, de tal modo que siendo la pasión el motivo de sus comportamientos es la insensatez la que define su personalidad: ninguno muestra la prudencia imprescindible para conseguir lo que necesita, sino la astucia o la picaresca para burlar a quienes se lo impedirían. Calisto es un cretino lujurioso que se embauca a sí mismo llamándose enamorado. Melibea, aunque más juiciosa y consciente de lo que anhela y arriesga, se demora en reconocerle el sexo al amor que la convulsiona. Celestina es una prefroidiana que no acaba de autosicoanalizarse. Los criados crían malvas profetizando su muerte. Pleberio se acuerda de santa Bárbara cuando truena. Rojas vomitó su indigestión medieval.


        La Celestina muestra un mundo regido por la sexocracia, como el antiguo y el moderno y como no puede ser de otra manera si se quiere ser fiel a la realidad de la naturaleza humana cuando es reprimida su sustancia y su impulsoTodos los personajes viven ávidos de vivencias eróticas, carnales, sexuales, tanto los nobles como los plebeyos. Melibea y Calisto ansían satisfacer su sensualidad, aunque aparezca a veces disfrazada o vestida de honestidad o platonismo. Y los criados, más cerca de la tierra, no se andan con remilgos para expresar su anhelo de lujurias. Quienes hayan constatado, como Hita el realista y Dante el sublimador, que tras el hambre es el apetito carnal el motor que mueve el mundo, no disentirán ni dirán que exagero cuando afirmo que toda la obra es un combate sexual atrincherado a veces en escondites que la sociedad ha pergeñado como un rincón al que se arrojan las lóbregas pasiones. Y como humana pasión, no se descarta en ella el alambique del amor cortés ni las interesadas astucias con las que se logra la carnalidad. A la crudeza de esta, que abrirá puertas hacia la “Lozana andaluza” y otros derivados, pondrá peros Cervantes cuando califica la obra de “libro a mi entender divino / si encubriera más lo humano”. El petrarquismo de aquel será desarrollado por Garcilaso, Quevedo y tantos poetas áureos.