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jueves, 23 de agosto de 2012

Un poema de Ada Soriano (Antología, XCIV)

Purcell: Funerales

LA GRAN MADRE

             A la memoria de Concepción Muñoz Samper,
                                                      mi abuela materna.

                                Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
                                Al primer muerto nunca lo olvidamos,
                                aunque muera de rayo, tan aprisa
                                que no alcance la cama ni los óleos.
                                          Octavio Paz

Me acerqué a la casa donde antaño vivías
y no hallé puerta ni ventanas.
Ni un solo resquicio por donde asomarme.
Sólo quería contemplar la escalinata
por donde subías y bajabas.
No estos muros de cemento
como la losa que te cubre.
No el lugar donde descansas
sin poder cruzar contigo una palabra.
No este paraje desolado
donde los sauces enfilados anochecen
el angosto camino,
donde las flores, sedientas de piedad,
agonizan a la caída del sol.
Han pasado tantos, tantos años.
De tu hogar, antes cálido y alegre,
sólo queda un recinto donde se aúnan
la frialdad y la tristeza.
Sé que pronto caerá tu casa
con el ruido cruel
de la máquina del hombre.
Edificarán, edificarán
por encima de nuestros recuerdos.
Han de temblar los cimientos
con una agitación incontenible
como temblaron en su día
los corazones de los que te aman.
Pero ni la densidad del muro
ni el poder del hierro afilado
podrán ahuyentar de mi memoria
la armonía de tu semblante:
tu imagen contradictoria
de mujer que reía conteniendo a la vez
un gesto de amargura.
Se ha instalado en mí una huella
de la cual no puedo evadirme
porque la humanidad y la fortaleza
que de ti emanaban
lograron que la soledad
no fuese un comienzo azaroso
sino un final, una victoria
en la lucha por la vida.
© Ada Soriano

Girodet: Funerales de Atalá