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viernes, 17 de agosto de 2012

Libros recibidos (XI): Antonio Moreno



Pavana lacrimae

En otra casa

Un hombre contemplativo, consciente de la temporalidad y de que la única redención de la misma es la palabra, observa lo minúsculo de la naturaleza y construye una breve metafísica de la mínima intrahistoria. 
Ociosas y nacidas del ocio les parecerán a algunos estas páginas. Sin embargo, poca prosa más límpida, y sobre esencias, que esta. Con razón, desde el principio, declara el autor su amor por El libro de la almohada. Aunque más preciso sería, tal vez, añadirle como causa la mirada a lo prístino de Francisco de Asís. Porque así son estas cosas elementales rescatadas nada más vividas para que no las altere el tiempo proustiano: hermano sol, hermana pluma, hermano caracol, hermano recuerdo, hermana nostalgia, hermana realidad, hermana pequeñez de la existencia sin cuyos abalorios el vivir no tendría sentido. 
Varias cosas me parece que hay que tener en cuenta para el buen entendimiento del yoísmo interiorista y eremita de estas estampas reflexivas: el mirar franciscano que acabo de apuntar; la concepción clásica (actualizada por Galileo, Blake y Borges) de que un punto del universo contiene todo el universo; la ubicuidad temporal del instante infinito; la consideración de que la vida es superior a la escritura y que, por eso mismo, esta debe ser su alter ego: otra vida nacida de aquella; además de la morosidad de la fluencia y el repudio de cualquier retoricismo. 
Conceptos consabidos, bienes mostrencos, tal vez: pero no su ejecución. No todos tienen como divisa "apartar cuanto es ocioso y sobra" (p. 196) para desentrañar la estatura y pureza de las cosas -aparentemente- efímeras. El asombro de lo cotidiano, la trascendencia de lo primigenio nacen de la persecución de una frugal felicidad (véase la "Relación de hechos gratos...", p. 174) y conducen a la ascética expresiva que, paradójicamente, pone de manifiesto la carnalidad de la osamenta de los días. 
No son estas anotaciones un "vagabundeo hacia cualquier lugar" (p. 57): porque ese lugar se llama Antonio Moreno.
Alguna vez he dicho al autor que es hijo de la mesura como yo lo soy de la desmesura. Este libro lo testifica.
Y en él están, si no sus mejores poemas, sí -me lo parece- su mejor  poesía.