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sábado, 2 de abril de 2022


ENTREVISTA A UN MIEMBRO DEL JURADO DE PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA ORGANIZADO POR LA FUNDACIÓN CULTURAL MIGUEL HERNÁNDEZ

"Cuando el silencio se hace más insoportable que la expresión, se escribe".


Antonio Gracia ha obtenido, entre otros, los premios ‘Fernando Rielo’ 2001, y ‘Alegría’ José Hierro 2002. De sus obras destacan: ‘La estatua del ansia’ (Ayuntamiento de Orihuela, 1975); ‘Palimpsesto’ (Sinhaya, 1980); ‘Fragmentos de identidad’ (Aguaclara 1993); ‘Reconstrucción de un diario’ (Pre-Textos, 2001); ‘El himno en la elegía’ (Algaida, 2002). Entre sus libros de ensayo ‘Miguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo’, y ‘Ensayos y estudios sobre el amor’ I.C. Juan Gil-Albert, 1999 y 2002, respectivamente. Su grandeza radica en su sensibilidad y en la forma que tiene de plasmarlo en sus poemas. Aunque en una conversación puede enriquecerte desde su profundidad y conseguir que el aprendizaje sea exquisito y magistral, a pesar de que el enemigo tiempo ponga límite a un placer como es la comunicación.
¿Qué opinión le merecen estos concursos de poesía y periodismo?
Todos los concursos tienen el mérito de potenciar la creación y, también, el peligro de inducir a la mala escritura si en vez de declararse desiertos por no encontrar obras dignas premian cualquier cosa. Ante todo, un concurso nace con la pretensión de publicitar al promotor, sea una persona o una institución.
¿Cree que va a tener repercusión internacional este concurso organizado por la Fundación Cultural Miguel Hernández?
Eso dependerá, principalmente, de la calidad de las obras premiadas y de la editorial que las publique. Un libro editado por una empresa que distribuye mal continúa siendo un libro inédito.
¿Qué destacaría de la obra ganadora del Premio Internacional de Poesía?
‘Ceniza’ es una obra que muestra una desolación sin aspavientos. Es sustantiva, escasamente adjetiva. Sobria, madura. Sensibilidad y reflexión se han unido para concertar un discurso melancólico. Su autora, Pilar Blanco, muestra un universo íntimo ya abordado en otros libros. Hay algunos guiños culturalistas, sin caer en el culturalismo. Aunque tal vez el libro sea demasiado extenso, la extensión se alivia porque muchos poemas son muy breves. Pero el mantenimiento de esa voz ya era indicio de que el libro lo había escrito alguien que no se dejaba dominar por la palabra, sino que la dominaba.
Como conocedor de la obra de Miguel Hernández, ¿Cuál es la herencia que, bajo su punto de vista, nos ha dejado el poeta?
Todo poeta lega su obra. Esa es su mayor solidaridad con el género humano: su esfuerzo por ahondar en el ser y el estar del espíritu mediante la sensibilidad. Lo demás son anécdotas, leyendas, partidismos, intentos de llevarse el gato al agua. Hernández es autor de media docena de poemas que ya pertenecen al acerbo de la poesía y la cultura por sí mismos, sin apoyaturas ideológicas.
¿Qué destacaría de la vida y obra de Miguel Hernández?
Su esfuerzo por superarse, al margen de miserias y soberbias.
¿Qué opinión tiene sobre la creación de la Fundación Cultural Miguel Hernández?
No conozco sus entresijos. Pero cualquier entidad que pretende fortalecer y promover la cultura es digna de respeto, y aún de admiración en estos tiempos.
¿Cree que la crítica tiene tanto poder como para elevar o hundir a un poeta?
Por supuesto. Tanto los “best-sellers” como los libros olvidados son resultado de los reseñadores, que sobreviven atendiendo a las estrategias de las editoriales y escasas veces atienden a la calidad. Pero los verdaderos “best-sellers” son los que crean las sucesivas generaciones, cuando los intereses temporales han desaparecido. De ahí las aparatosas caídas de tantos renombres y las reivindicaciones de muchos postergados.
¿Está todo inventado en poesía o todavía se puede innovar?
No hay mayor innovación que la progresividad de la tradición. Y la tradición auténtica es la que profundiza en el humanismo. Suele confundirse poesía con verso, escritura con ludismo. Claro está que el hombre lúdico no puede ser expulsado del homo sapiens; pero tampoco debe suplantarlo. Los vanguardismos son pertinentes porque diluyen los academicismos. Pero lo que queda es la palabra serena, fecunda, sustantiva y no adjetiva. Así que no se trata de inventar, sino de ahondar en los temas “de siempre”. El primer poema de amor se lo diría, tal vez, Adán a Eva, o al revés. Los demás hemos estado repitiendo lo mismo durante milenios y sólo ha perdurado la dicción idónea de quien ha encontrado un nuevo matiz ensanchador del tema amoroso. Calixto y Melibea, o Romeo y Julieta, perduran no por la palabrería de Rojas o Shakespeare, sino por la exactitud en la caracterización de sus perfiles mediante la palabra. Son una innovación dentro de la tradición: arquetipos. Garcilaso y Bécquer innovan por la pulcritud de su dicción.
¿De donde viene la inspiración... de la búsqueda interior?
La “inspiración” viene de la conciencia liberada. Quien cree en las musas es porque piensa en las musarañas. Hay quien necesita decir aunque prefiera callar. Cuando el silencio se hace más insoportable que la expresión, se escribe. En mi caso, puesto que no siempre puedo callar, procuro dominar la urgencia de la voz y modularla. Así que me coloco en actitud de médium conmigo mismo y echo el cubo para intentar sacarlo con un poco de agua pura desde esa región dormida donde aguardan los sueños y se aprisiona el desengaño. El que soy le dicta a la pluma lo que quiere decir, y la pluma cree o descree sus palabras, las trasiega y ordena. Se trata de hallar el nombre exacto de las cosas, de hallar la identidad. Nada hay de magia en ello, sino de esfuerzo y voluntad.
¿Después de la búsqueda interior a través de los años, se puede decir que ya ha encontrado lo que buscaba?
“No existe otro dolor como el que deja un sueño al realizarse”, digo en un poema. Y en otro: “Yo soy un buscador que odia encontrar”. No sé qué buscaba; pero aún lo busco. Es doloroso no encontrar; sin embargo, la búsqueda es lo que mueve a la humanidad y garantiza el progreso. Quien cree haber hallado empieza a conformarse, y eso lo anquilosa. Esto que digo conduce a la consideración de que es el dolor el motor del mundo. Pero también conduce a la certeza de que quien persevera en la esperanza prosigue su búsqueda, encuentra consuelo en el buscar. Siempre he creído que algún día creería en algo. Parece desalentador. Más lo sería creer que la vida es una muerte, una agonía. Afortunadamente, la escritura me ha liberado de muchos demonios y suicidios.

¿Hasta qué punto o límite se deja ver el interior de un poeta en su poesía?, ¿Dónde está el límite? El juego del ver sin ver, de sentir sin presentir, lo que descubre cada palabra en su interior.
Toda poesía es autobiografía, en mayor o menor medida. Autobiografía íntima, no anecdótica. Cuanto decimos está dictado por nuestros sentimientos, aunque la reflexión ordene el caos de las sensaciones. Interpretamos lo que nos sucede, lo que nos conmueve. El narrador puede inventar historias ajenas. El poeta siempre se historia a sí mismo en una sucesión reiterativa, amplificativa, de impresiones que pretende objetivar. Quien amordaza su yo es un impostor. Lo cual no quiere decir que haya que desenvainar cualquier excrecencia de nosotros mismos. Para eso está la autocrítica –no la autocensura-.
Ya que no escribe para el lector, sino para usted mismo, ¿Qué le trasmiten sus poemas?
Escribir para el lector es mentirse. Escribir para uno mismo es una expresión inexacta. Escribir para publicar es comprensible cuando se trata de ensayos, artículos, tal vez incluso novelas o teatro. En poesía me parece un error, una falsedad. Yo escribo para conocer lo que, sin la escritura, nunca conocería. No escribo para mí, sino desde mi yo desconocido. En resumen: para construir una identidad. En tal sentido, leerse a sí mismo es desengañarse. Porque lo que encuentran los ojos no está a la altura de lo que se vislumbraba mientras se escribía que siempre permanece oculto, más allá de la pluma, “allí donde la pluma se detiene”.
¿Cree en la afirmación de que la única persona que mejor puede leer un poema es el propio autor?
No siempre somos conscientes de todo cuanto decimos. Las palabras arrastran tal pluralidad de significados, tantas reverberaciones, que a menudo dicen más, y distinto, de lo que la pluma les confiere voluntariamente. El autor lee su texto mental, como si hubiese dicho lo que le parece haber dicho. Otro lector lee lo que hay en la página y lo que siente de suyo en esa página. ¿Cuál es la mejor lectura? Un poema pertenece a quien lo lee. De ahí la universalidad de algunas obras.
¿Piensa que la poesía está hecha para el disfrute de privilegiados?
La cultura siempre ha sido un privilegio. Hoy es un derecho al alcance de la mano; pero la televisión es el sistema alienatorio que el poder utiliza para mantenerse alejado de las continuas críticas, como en Roma fue el “pan y circo”. Hoy los privilegiados reclaman su derecho a permanecer incultos: el único libro que leen se llama televisión; y en ese libro se ha escrito: “no leerás”. La sensibilidad es el músculo que más rápidamente se deteriora si no se ejercita. Resulta alarmante que siendo el sentimiento, y no el pensamiento, lo que permanece inalterable, y como factor común de la humanidad, el hombre se aleje cada vez más de la poesía, que es la depositaria de los sentimientos.
¿Por qué cree en los colegios no se potencia más la escritura como la lectura de poemas?
Por lo que acabo de decir. Parecerá una hipérbole; pero la enseñanza ha perdido su capacidad educativa. Con excepciones, los actuales licenciados abandonan la facultad con unos conocimientos sólo escasamente por encima de los que poseían hace un par de décadas quienes acababan la selectividad. Significa que se han ido rebajando demasiado los mínimos conocimientos. Nada tiene que ver el mundo de la calle con el de la enseñanza, y éste aparece ante el alumno como un lugar alienígena. Por otra parte, el profesorado tiene ahora unas funciones que pertenecen más a la burocracia que a la educación.
¿Cómo cambiaría ésta perspectiva?
Tristemente, me parece que no hay retorno en ese vector. La frivolidad ha impuesto su imperio –como siempre-, y sólo el individuo -al margen de instituciones pero ayudándose con ellas-, puede entrar en ese mundo que la civilización, cada vez más alérgica a la cultura, ha postergado.
¿Educa la poesía?,¿Trasmite valores?
No hay mejor educación que la sensibilización. Y ese es el universo poético.
¿Cuál es el último proyecto que tiene entre manos?
La búsqueda de la serenidad es mi más antiguo y último proyecto.
¿Me he dejado alguna pregunta en el tintero?
Ojalá me hubieses preguntado dónde está la sabiduría, por si conocías la respuesta. Yo no hubiese sabido responder.
Ángeles Martínez Sainz