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jueves, 29 de mayo de 2014

La deserción

Schubert: Viaje de invierno (El tilo)

Leer en el periódico

Ley de Naturaleza es que el hijo se independice del padre, o el discípulo del maestro, para configurar su propia identidad. Y ley de Naturaleza humana debiera ser que hijo, discípulo y similares mostrasen respeto y agradecimiento por el cuidado recibido durante los años de aprendizaje para esa independencia. 
     Matar freudianamente al padre o al maestro es una necesidad síquica; pero no por eso deja de ser un crimen cuando, en vez del respeto y agradecimiento por tales cuidados, se le descuida u olvida... hasta la hora de recoger el legado de su testamento.
     Somos lo que hemos aprendido y aceptado como propio. Y no parece sino impropio matar, sin más ni más, a quien nos ha hecho y sin el cual no seríamos. Entre los animales existe un equilibrio instintivo en la reciprocidad del "te doy" y el "me das": te doy puesto que me diste; te acompaño porque me acompañaste.
     Tampoco parece muy propio de las personas utilizar la razón para encontrar "razones" inhumanas o animalescas que defiendan el egoísmo de "no voy a dejar de vivir mi vida porque se te acabe la tuya. ¡No querrás que me quede y te soporte mientras te llega la muerte!". 
     ¿Qué mundo insensible es este en el que los padres sienten la necesidad imperiosa de cuidar a los hijos y, sin embargo, los hijos suelen abandonar a los padres cuando ya no los necesitan?
     Poco respeto puede sentir por sí mismo quien no siente un respeto agradecido por aquellos a quienes casi todo se lo debe.
     Cría cuervos y recogerás impunidades.