Scarlatti / Haskil: Sonata K 87
NOCHE DE VERANO
Una vez, siendo niño, le pregunté
a mi padre
a dónde van los hombres cuando
mueren.
Era una hermosa noche de verano.
Estábamos sentados a la puerta
de la casa en dos sillas
de anea y contemplábamos el
cielo.
El aire nos traía dulcemente
el olor del jazmín.
Mi padre me miró con ojos
bondadosos
y tras breve silencio me explicó
que la muerte no existe y que los
hombres
acaban transformándose en
estrellas
que brillan en el cielo.
Cuando me hice mayor y consulté
los libros
descubrí con sorpresa
que la luz de los astros no es
eterna,
que también su existencia se
consume
con el paso del tiempo.
Ya hace muchos años que mi padre
murió.
Hoy quisiera tenerlo junto a mí,
igual que aquella noche, y poder
formularle
la pregunta obsesiva que me hago
al mirar hacia el cielo
en mi silla de anea solitaria:
¿a dónde van los astros cuando
mueren?