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viernes, 15 de junio de 2018

El compromiso dual.


Wagner: El corno solitario

1.- Hace un millón de años la mujer quedaba en la caverna cuidando de los hijos, mientras el hombre salía a cazar y recoger el alimento para todos. Esa misma caverna, como una cápsula en el tiempo, ha ido manteniéndose, viajera y con apenas cambios, durante milenios. 
     2.- Digamos que hace un siglo la mujer se asomó con deliberación y voluntad por la ventana de los rascacielos cavernícolas: y le gustó lo que veía. Y se lanzó al páramo en busca de la vida que había llevado el hombre. Quería cazar, traer manutención, ser libre. 
     3.- Surgió un problema, entonces: si se igualaba, justamente, al hombre, los niños que cuidaba quedaban sin cuidado. El dilema consistió en conversar o disputar sobre la solución: dos medias jornadas de trabajo -una para cada miembro de la pareja- o un solo trabajo para uno de ellos; o dos trabajos y pagar a quien se encargara del cuidado de los hijos. 
Pero como la pobreza no cuenta entre las victorias, y el mundo se rige por el número de logros, y estos por el dinero que se adquiere, venció la discusión y no hubo dejación de privilegios, sino lucha por adquirirlos, mantenerlos y elevarlos: dos sueldos y poca relación de los miembros de la pareja como emparejados y como padres.
     4.- Claro está que vivir es más fácil que convivir: para esto último hay que regirse por el do ut des: y ese recíproco te doy porque nos damos significa renunciar al yo estrictamente individual para integrarse en un yo dual en el que "tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando", sin machismos ni feminismos, posesividad ni exclusividad, esclavos ni verdugos dentro de la unidad de dos. 
     5.- Todos los desajustes y desafueros de las sociedades actuales -porque no hay regla con más validez universal que la del efecto dominó- vienen de no haber encontrado solución a ese problema.


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