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miércoles, 1 de febrero de 2017

El Libro de Teluria (II)

Para leer sobre Teluria pulsar:

El libro de Teluria (I)


Purcell: Lamento de Dido

3
Más dulce era tu voz cuando me hablabas
de la belleza de los manantiales
en la montaña, y de la lluvia bajo
los árboles de un bosque.
Nada hay más claro en la naturaleza
que la naturaleza misma de las cosas
desnudas y sencillas, me decías.
Me habías rescatado
de la ciudad inhóspita del mundo,
y no querías que volviese al láudano
de efímeros edenes.
Sumida en la ebriedad
del dolor, yo me había abandonado
a la desolación.
Me venció la agonía de estar viva
y sin hallar sentido a la existencia.
Pero llegaste tú
cabalgando tus sueños
y sembraste en mi invierno primaveras.


4
Recuerda, tú recuerda cuando entre las palomas
que arrullaban el sueño de Fray Luis
el aire detenía su aliento en el crepúsculo
y todo se aquietaba como un mar silencioso.
Allí, junto a la noche, recitabas a Horacio,
a Yepes y otras voces extasiadas
en la contemplación de la alta mansedumbre.
Acudían Aldana, Meléndez, y Teresa,
y tantos otros ecos de la luz
buscadores del alma de las cosas.
El verso estremecía
la piedra de la luna, que acuñaba
su ex libris sobre el cielo manuscrito
por tu voz y mi voz, salmodiadoras
de la belleza en el amanecer.
Luego tensaba el arco de Cupido
sus flechas y una música interior
nos devolvía al dulce Garcilaso.