Conversación internética
- Siempre hay que defender aquello en lo que se cree.
- Defender aquello en que se cree sin haber dudado antes de todo para comprobar su solidez es el origen de la contumacia. Duda de todo y lo que quede de indestructible es tu verdad.
- Si se cree en una idea que el tiempo y los hechos han demostrado que es buena, hay que seguir la convicción... y opino que si no defiendes lo que crees, ¿qué te queda?
- Queda la creencia en uno mismo, porque no duda como juego, sino para demostrarse que aquello indubitable es digno de ser defendido hasta el final.
- Así es... y hay que ser consecuente con uno mismo... y defenderlo con pasión. Tus principios son la base que te hace mantenerte firme y seguir en muchas ocasiones en que ves que todo se derrumba a tu alrededor.
- Eso es: encontrar una razón para seguir viviendo. Durante años la tuve (la expuse en el poema "El secreto"). Era el último asidero cuando todo fallaba porque las circunstancias me hicieron quedarme sin nada más que las ruinas de mi propio yo. Ahora ni siquiera ese "secreto" me sirve. De modo que escribo tonterías mientras mi vida fluye hacia la muerte.
- Seguro que hay más razones que no sabes ver. Todo merece ser vivido: las creencias políticas, algún principio religioso, deseos de aportar y ayudar con lo que haces (principios altruistas, hijos, amor, amistad). Siempre hay algo que te debe hacer vivir. Tú eres un creador de belleza y eso has de saberlo siempre. Y seguir adelante.
- Yo no he creado nada. Creo que el único principio es la exactitud (la palabra justa, la hora exacta, la responsabilidad inexpugnable...). Pero parece que el mundo se rige por la permisividad y me declara su enemigo, su intruso en ese libertinaje. Así que no puedo creer y, por lo mismo, tampoco crear. Mi escepticismo "natural" es mi única fe "impuesta". Y es en esos momentos cuando te ves único hijo solitario del cosmos, solo contigo mismo irremediablemente; y cuando comprendes la dimensión de la solidaridad, la amistad como auxilio que alivia la existencia. Pero ¿quién y dónde está el que puede aliviarte?
- Leo un artículo, en que se habla de tu juventud en Orihuela, y a mi entender, habéis logrado el propósito que teníais entonces, que era fomentar el amor por la lectura y los libros. En mí, y en mucha gente que te lee y te sigue en tus entregas diarias, has despertado el deseo de leer de nuevo y deleitarse con ello. No conozco los entresijos de tu vida, pero intuyo que algo habrás sufrido, porque la vida es eso, sufrimiento, y algún rato escaso feliz; pero te aseguro que cuando se lee lo tuyo, se entiende que está escrito por alguien con profundidad de conocimiento y sentimientos. Que escribes bien ya lo sabes, que lo haces hermoso lo decimos muchos, y ello te debía dar alguna felicidad.
- Fácil es que algo guste a algunos; lo difícil es que satisfaga al propio autor. La felicidad es un país que todos buscamos y pocos encuentran. Precisamente, el no encontrarla es la causa del Gran Desengaño o la Gran Decepción. Todo depende del tamaño de la felicidad que se persigue. Hay quienes la encuentran en un simple partido de fútbol y quienes le piden peras al olmo. Yo me conformaría con lo imposible: encontrarle sentido a la existencia.