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martes, 8 de julio de 2014

La prosa de los días


Todos, en algún momento de nuestra existencia, queremos ver más allá, ir más allá de nuestro entorno inmediato, descubrir otras islas síquicas y físicas, otros mundos en los que hallar los paraísos prometidos. Nos parece que es poco lo que ya tenemos, o que se ha convertido en rutinario. Y en vez de mejorar nuestra vida nos asomamos a otras y nos aventuramos a lo desconocido, creyendo que lo nuevo no es una variación de lo ya conocido en la que viviremos efímeramente lo bueno y repetitivamente lo malo. 

Ocurre cuando nuestro organismo, en sus diferentes metamorfosis, entra en crisis: entonces se tambalean los cimientos de la personalidad y el desencanto nos empuja a buscar sin haber aprendido a potenciar los aciertos y a evitar los errores.

Generalmente, un nuevo desencanto nos lleva a la realidad de que no hay más realidad que la cotidiana: la prosa de los días; y volvemos al punto de partida con diferentes personas y lugares. Creíamos que por cambiar de persona o de lugar iba a cambiar el mundo: pero este no es sino lo que nosotros hacemos de él. Y nosotros no somos más que lo que hacemos de nosotros mismos. 

Cuánto mejor sería -salvo las excepciones de rigor- reanudar el viaje tal como lo empezamos y con quienes lo empezamos, ahora que nuestro aprendizaje nos orienta para no tropezar dos veces en la misma piedra: para no reincidir ni caer en la temeridad. 

Pero llueven aquí los versos de Dante y todo es precaución, temor ante el vivir: En medio del camino de la vida / perdí el camino diestro y me encontré / en mitad de una selva tortuosa...