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viernes, 14 de diciembre de 2012

El abrazo caníbal

Strawinsky: El pájaro de fuego

Esto es lo que contó Salicio:

"Conocí a BA hace mucho. Yo era un ser de esos que a fuerza de sufrimiento se han atrincherado en la supuesta heroicidad de mantener un duelo con los dioses, sin rendirse a pesar de saberse derrotado por ellos y por la existencia. Tal actitud desafiante puede fascinar, y también impedir que vuelva a crecer la hierba en donde surge la fascinación. 

BA era una joven aprendiz de la escritura y quedó fascinada por la mía, surgida del infierno. Ella buscaba una identidad y yo la derrochaba. Como yo era incapaz de amar, las mujeres tenían que recorrer todo el camino del enamoramiento, la conquista y la entrega. En realidad lo que ocurría es que yo había concluido que ninguna mujer podía ser la efigie del amor, sublimado, inalcanzable y muerto como lo había archivado en mi cerebro: así que mi trato con ellas era el que requería la llamada de la carne. Supongo que mi indiferencia ante cualquier otro sentimiento las hacía sentirse fracasadas en sus acometidas y por eso intentaban atraerme con otras cada vez más apasionadas. Convencido de que nada podía saciar mi concupiscencia erótica, mística y cualqueotra, tal vez yo diese la imagen de un misógino, cuando me cuadraba más la de misántropo y fuese verdaderamente un suicida que retrasaba su suicidio para castigarse por algo indefinido.

Ahora me escribe mi querida BA, a quien debo uno de los orgasmos más felinos de mi vida (bendita sea: una pantagruélica felación, frente a las playas del Moncayo, que anegó opíparamente su ardiente gargantúa).

Y ese recuerdo, ahora cuando ya me voy, me renueva otros similares; y me quedo mirando la memoria y repitiendo:

Este cuerpo que ha dado tanto amor 
y tanto ha recibido ya divisa
su ocaso en el azul del horizonte..."

Y Salicio calló, como yo callo.

                            Debussy / Chagall: La joven de los cabellos de lino.