Por muy abstracto y autónomo que pretenda ser, el arte siempre es figurativo, puesto que el espectador, oyente o lector acaban dibujando mentalmente una figura para visualizar el magma de sus percepciones, una efigie en la que concretar su reacción ante la imagen, el sonido o el poema. De modo que bien puede decirse que la abstracción es una concreción síquica; y esto es lo único que existe para cada individuo, incluido el autor; quien, al fin y al cabo, solo lleva a la retina, el oído o el entendimiento lo que vislumbra, también magmáticamente, en la penumbra de su numen.
Y si el mundo es como lo representamos, toda representación es figurativa, incluso la de un sonido, una palabra, un color.

Y si el mundo es como lo representamos, toda representación es figurativa, incluso la de un sonido, una palabra, un color.
La reencarnación
Necesidad social del arte
El manantial del creador
Soliloquio del artista

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