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jueves, 30 de agosto de 2018

Traidor, inconfeso y calvo

Rachmaninov: Adagio 2ª Sinfonía

Lo que ennoblece al ser humano sobre todas las criaturas es la facultad de pensar. Puede sacar conclusiones de sus experiencias, convertidas en premisas. Así es como comprendemos la existencia, y el mundo; y así es como avanzamos desde las cavernas a los rascacielos y las estrellas. Cuanto más sabemos, más aprendemos a saber más.
     Sin embargo, el poder se fundamenta en la negación de pensar: porque el pensamiento lleva a cuestionar lo ya pensado y concluido como verdad. La ley militar, por ejemplo, tiene como principio la obediencia ciega a la consigna. Es esa fidelidad al deber, incluso convertida en contumacia, la que hace posible al dictador y las dictaduras. La primera dictadura: yo soy Yavé y aquí mando yo: la expulsión del paraíso por atreverse a saber y, por lo tanto, a sumar premisas para pensar por uno mismo en lugar de obedecer el pensamiento único.
     Qué mundo este en el que casi todos prefieren ser hijos de los demás en vez de tratar de ser solo hijos de sí mismos mediante el aprendizaje. Qué sociedad la nuestra en la que quien no sabe cree que puede elegir impunemente a quienes no saben para que los represente sin saber cómo en no se sabe qué asociacionismo partidista y consignatario. 



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