El amante vencido
Amor mío, amor mío:
han pasado los años y te amo
con la misma lujuria que hace treinta.
Mis besos aún mantienen su esplendor;
pero mi carne ya no me obedece
y no logra saciar nuestro arrebato.
Tú sabes que te amo, y sé que me amas;
pero la ley de la existencia ordena
que el Cuerpo sea más frágil que el Espíritu;
tal vez debiera comprender que el tiempo
es el que manda sobre la existencia;
aunque temo que aquel amor furioso
solo fuera expresión apasionada
del ansia de vivir y este de ahora,
tan silencioso y breve, sea la muerte
la que me lo concede como una
despedida o un acostumbramiento
a los sepulcros de la eternidad.
Perdóname si no puedo elevarte
con mi fuego a la hoguera del placer.
Te quiero; pero el Dios está celoso
y castra mi pasión para que no haya
quien compita con él, pues te desea.
Envidio su potencia inextinguible
y maldigo su eterno priapismo.
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