Visitas

Seguidores

miércoles, 28 de agosto de 2024

El abrazo por wifi

Holst: Saturno, la vejez

El abrazo por wifi (Noli me tangere)


Separados por miles de kilómetros,
la voces telefónicas fabulan 
erotismos y aullidos sicalípticos, 
mientras la noche crea en la distancia 
un cuerpo hermafrodita de silencios.
Los cuerpos se erosionan verbalmente
y brillan como estrellas cuando alcanzan 
espasmos inefables a través
de estrategias y exactos laberintos
que el susurro y el ansia enfebrecida 
dictan en el sincampo de batalla.
El cósmico estallido se produce
cuando el uno en el otro se atraviesan 
y triscan arrecifes y cavernas, 
sexos hendidos, bocas genitadas:
la intrusión del amor en la lujuria.
No hay más bello animal 
que dos cuerpos amándose.


Lejos de toda furia.

Caspar David Friedrich
(Caminante sobre un mar de nubes)

Lejos de toda furia
                                      

Siempre amé contemplar en el ocaso
la inmensidad final del horizonte,
donde el cielo se funde con la tierra
y emerge convertido en un océano
de púrpura y ceniza, fuego y agua.
Veo allí un paraíso ya olvidado,
preso entre el atavismo y la conciencia.
Sé entonces que estoy hecho de materia
constelada, de estrellas, minerales,
de pájaros y luz; y siento en mí
la reverberación del Universo. 
Sumido en la abisal contemplación
de las sombras fulgentes, imagino
laberintos y espacios insondables
que me estremecen y a la vez me calman.
Una errante armonía transfigura
mis sentidos y todo es plenitud,
pues me deja su música el instante
y me abraza la intemporalidad.
Lleno de infinitud, el pensamiento
quisiera comprender, pero es feliz
porque siente hondamente el sortilegio
y acepta su prodigio inescrutable.

martes, 27 de agosto de 2024

Traducción De Lucrecio


Finalizando están Luis T. Bonmatí y A. L. Prieto de Paula su traducción de De Rerum Natura, ese extraño ensayo en verso de Lucrecio. ¿Es la traducción la transcripción de una lengua a otra o la fidelidad consiste en mantener la belleza y verdad originales, el qué tantas veces traicionado por el cómo? He aquí una muestra de la calidad de su quehacer.

DE LA NATURALEZA DE LAS COSAS
TITO LUCECIO CARO
LIBRO V (vv 1379-1435)
EL DESCUBRIMIENTO DE LA MÚSICA

Antes de que aprendieran a entonar
armoniosas canciones y poemas,
los hombres imitaban con su voz
los deliciosos trinos de las aves.
Y la brisa, silbando suavemente
al entrar por los huecos de las cañas,
enseñó a aquellos bastos aldeanos
a soplar los primeros caramillos.
Poco a poco aprendieron a tocar
con sus dedos la flauta, a cuyo son,
siempre que los pastores descansaban,
empezaron a oírse por los bosques,
las selvas, los desiertos y collados
sus quejas transformadas en canciones:
lentamente va el tiempo dando a luz
las diferentes artes, que después
acaba de afinar la inteligencia.
Con músicas y cantos los pastores
se divertían y se consolaban
de todas las durezas de la vida
cuando habían acabado de comer,
echados casi siempre en el colchón
blando del césped, cerca de un riachuelo
y a la sombra de algún árbol frondoso.
Sin hacer gasto alguno disfrutaban,
y más si el sol lucía y el buen tiempo
en primavera hacía verdear
la hierba salpicada por las flores.
Se desataba la conversación
entre juegos y risas agradables,
pues, al llegar la musa campesina,
la voluptuosidad se despertaba,
incitando a cubrirse con guirnaldas
entretejidas de hojas y capullos
la cabeza y los hombros, y a danzar
moviéndose sin orden ni concierto,
dando patadas a la madre tierra.
Y cuando procedían de este modo
novedoso y extraño, al reparar
en su torpeza y sus traspiés, soltaban
carcajadas y risas divertidas.
Y para entretenerse en su reposo
los que velaban entonaban cánticos
modulando la voz con varios tonos
o, con el labio superior fruncido,
recorrían la caña de la flauta.
Incluso hoy distraemos las veladas
como en la antigüedad, aunque ajustamos
las canciones a reglas musicales;
pero no disfrutamos más por ello
que los antepasados, pues nosotros
tenemos muy a mano ya las cosas,
las conocemos bien, y la costumbre
disminuye el disfrute, mientras que ellos
gustaban de algo nuevo, sin haber
probado anteriormente algo mejor.
Y puesto que lo nuevo hace perder
su valor a lo antiguo, no nos gustan
ahora las bellotas, ni dormimos
ya en camas de hojarasca sobre el suelo,
ni vestimos con pieles de animales
(aunque yo me imagino que el primero
que curtió y se cubrió con esas pieles
sería asesinado por la envidia
de alguien que le robó su vestimenta,
que, ensangrentada y rota en la disputa,
no pudo serle ya de utilidad).
Igual que antiguamente por las pieles,
hoy los hombres pasamos nuestras vidas
luchando por el oro y por los lujos.
Pero actualmente somos más culpables,
porque sin pieles se padece el frío,
lo que explica el afán de conseguirlas,
pero no tener lujos, buena ropa
ricamente bordada con su púrpura
y no disponer de oro no nos daña,
mientras podamos evitar el frío
vistiendo austeramente, como muchos.
Los hombres trabajamos siempre en vano
y gastamos el tiempo en naderías,
porque a nuestros deseos de poseer
no les ponemos límite e ignoramos
totalmente hacia dónde dirigirnos
en busca del auténtico deleite.
Y esto ha llevado demasiado lejos
a nuestra sociedad muy poco a poco,
provocando las grandes conmociones
de las guerras que todo lo destruyen.

lunes, 26 de agosto de 2024

55 flexiones

 

Glass: Metamorfosis

La única y mejor manera de estar bien en este mundo consiste en  mantenerse al margen de consignas y hacer todo el bien posible.

Antonio Gracia - Arcilla de la pluma






Arcilla de la pluma

Muchos hay que se mienten con palabras
y escriben sobre un gran amor celeste 
o de una amada de cristal y estrellas. 
Basta de ensoñaciones y liturgias. 
Yo escribo sobre ti, mujer de barro,
arcilla entre los dedos de mi pluma.
Yo hablo de tu carne y de la hoguera 
que encienden nuestros cuerpos al uncirse.
Yo prefiero tu cuerpo a las estatuas,  
y la vida que ama porque muere.
Yo penetro en tu ser y ardo en tu boca.
Y la luz de tus ojos al leerme
une tu corazón y el mío, deja
mi palabra y tu cuerpo encuadernados
en una sola vida.

HANNAH ARENDT: La condición humana

domingo, 25 de agosto de 2024

Antonio Gracia - "La rosa inmarchitable" - Leído por Graciela Tomassini

 

La rosa inmarchitable


No volverás a contemplar la rosa
en todo su esplendor
como puedes mirarla en este instante,
ni gozar de su aroma, o cómo 
encarna la belleza y lozanía
de la existencia. No podrás 
creer que cualquier rosa es esta rosa
para darle un consuelo
a la mortalidad, que deja solas
a las criaturas en un mundo airado.
Pero yo tengo en ti
unidos los jardines
del cielo y de la tierra, condensados
la hermosura del tiempo y la memoria,
fundidos el recuerdo y el anhelo.
Tú eres la rosa de la vida,

me entregaste tus pétalos y sigues
perfumando mi corazón; y cuando
el ámbar de tu piel se seque
marchito por los años, yo
te abrazaré y seguiré viendo
en ti la misma rosa.


sábado, 24 de agosto de 2024

Arcilla de la pluma

                                        Liszt: Liebestraum, 3

Arcilla de la pluma

Muchos hay que se mienten con palabras
y escriben sobre un gran amor celeste 
o de una amada de cristal y estrellas. 
Basta de ensoñaciones y liturgias. 
Yo escribo sobre ti, mujer de barro,
arcilla entre los dedos de mi pluma.
Yo hablo de tu carne y de la hoguera 
que encienden nuestros cuerpos al uncirse.
Yo prefiero tu cuerpo a las estatuas,  
y la vida que ama porque muere.
Yo penetro en tu ser y ardo en tu boca.
Y la luz de tus ojos al leerme
une tu corazón y el mío, deja
mi palabra y tu cuerpo encuadernados
en una sola vida.


viernes, 23 de agosto de 2024

Lecturas medicinales.

                                       Schumann: Canción nº 5 sobre Eichendorff
                                    
       Un libro es bueno cuando quien más gana con él es el lector. No el librero, ni su autor: el lector, que sale de su lectura más noble, más sabio, mejor orientado. Al margen de sus categorías literarias, hay libros imprescindibles que deben ser leídos porque han añadido algo al mundo y a los hombres, y porque sin ellos el mundo -el hombre- no sería aún lo que es.
      Inmersos como estamos en la resaca de una cultura judeocristiana, en la que el sentimiento de culpa y el autocastigo son raigales del inconsciente colectivo y de nuestros comportamientos, se necesitan exorcismos que nos devuelvan la naturalidad de la alegría, la conciencia limpia y responsable para gozar los frutos de la existencia, sin que ningún Pepito Grillo nos persiga. Necesitamos restituir como principio de identidad la espontánea bondad y generosidad del corazón humano. 
     Nuestras personalidades se van formando por la repetición de actos cotidianos constituidos en hábitos. Si un hábito ingresa en nuestra cuenta corriente sicológica sensaciones agradables, nuestra conducta se revela relajada y comunicativa. Si, por el contrario, alimentamos nuestra mente con sentimientos espinosos, seremos pasto de las depresiones. Tristemente, la malversación, durante siglos, de algo tan enraizado en la sociedad como el contenido de los evangelios nos ha embutido en un laberinto de culpas y redenciones que tienen como referencia el sufrimiento. Mucho deben a las iglesias los siquiatras, cuya tarea consiste en devolver las mentes a un estado de inocencia primigenia -fundamentalmente: mostrar que las leyes morales tergiversan a menudo las leyes naturales-, estableciendo hábitos y terapias que anulen los estados emocionales enfermizos. Se trata de sustituir la conciencia del miedo a vivir -que tiene su causa en el delito calderoniano de “haber nacido”- por la “joie de vivre”, la alegría de vivir a pesar de las incertidumbres de la vida. ¿Y qué mejor terapia que acostumbrar los ojos -que son los inversores más activos de la cuenta corriente de nuestra autoestima- a unas palabras jubilosas sobre la verdad de la existencia, a unas páginas recordatorias de los dones del vivir, mientras la sombra de un árbol o de un toldo nos preserva de los rigores del verano? Qué alegría para los sicoterapeutas: contemplar sus consultas vacías porque unos hombres extraordinarios escribieron unas cuantas palabras que constituyen la mejor medicina para los melancólicos.
     Muchos libros hay, afortunadamente, que son médicos inmejorables porque alientan y enseñan a mirar de otra manera. Nos hablan esos libros de la extensión innumerable del corazón humano, de la profundidad del amor, de la solidaridad universal, de la búsqueda de un paraíso en este mundo, de la conquista de la felicidad no como un cielo extraterrestre sino como una tierra pisada, amada y sufrida por los hombres. Son obras nacidas a pesar de esa consigna del dolor, y sus autores la vencieron y la sustituyeron por la templanza y por el gozo; si no, serían probablemente euforias gratuitas. Muestran el crecimiento que hay desde la desolación más absoluta al entendimiento honorable del mundo y a una manera de sentir la vida alentada por el positivismo, el júbilo y la juvenilidad: el verdadero sursum corda. Ese paso de un existencialismo derrotista a una exaltación de la existencia es el legado de esos hombres para el hombre actual. Porque no importa de dónde venimos, ni si llegamos cargados de cadenas; lo importante es que deseemos quitárnoslas para construir nuestra propia libertad; porque nuestra vida no está en el pasado, sino en el porvenir. Y éste también se construye con hábitos. Por ejemplo, los de convivir diariamente con armoniosas reflexiones ajenas hechas nuestras. Abra el lector -para empezar, y por ejemplo- el “Canto a mí mismo” de Walt Whitman, o las “Alturas de Macchu Picchu”, de Neruda, y sentirá que recupera un mundo que le robaron hace tiempo. 
          Saber vivir no es más que saber cambiar de vida: de modos de sentir, de formas de pensar, de maneras de actuar. Aprender a mirar de otra manera. Y en los aparentes desiertos de las páginas de un libro se encuentran los paisajes más hermosos del planeta. Y oasis como inmensos océanos de agua pura para las mentes confundidas.

Leger: La lectura

jueves, 22 de agosto de 2024

TE QUERRÉ SIEMPRE.


Tchaikoski: Romeo y Julieta

"Te quiero; deseo dártelo todo; pero no esperes nada de mí. No sé si mañana seré quien soy ahora".
     Esto es lo que se dijeron después de años diciéndose muchas cosas. Fue entonces cuando consiguieron ser dichosos: porque lo que más infeliz hace es dudar si somos y seremos amados, si poseeremos lo que tememos perder, si seremos verdaderamente necesarios. Todo se resuelve al aceptar que la vida es un laberinto en el que dos se encuentran y desencuentran aunque sueñen con caminar siempre juntos el sendero de la pasión, el afecto y la amistad: la complicidad de dos corazones que se complementan insustituiblemente. 
     Y esto solo se consigue cuando el tiempo, que es un camino que anda, deja de ser un imperfecto futurible: entonces el "no esperes nada de mí", como acto de amor y sinceridad, se convierte en "Porque me quieres me has dado cuanto necesito: te has convertido en mi único ser imprescindible".

miércoles, 21 de agosto de 2024

El conde de Montecristo

 



La poesía, hoy


Xenakis: Metástasis


Naturalmente, yo no he leído cuanto se publica; al contrario: tras el ojeamiento emigro hacia otras tierras. Los últimos cincuenta años culturales han sido un vendaval que se ha llevado muchas buenas cosas y ha traído otras bastantemente peores. 
     ¿Sobre poesía última? Ejemplos, ejemplares para huir sin ser cobarde: "Me gustas cuando dices tonterías", empieza un poema amoroso de L. A. de Cuenca. "Vivir sin hacer nada. Cuidar lo que no importa", dice (con un alejandrino geminante por sietemesino) otro poemastro -que podría calificarse de "social": retrato del estado de bienestar- de L. A. de Villena. Dos triunfadores entre el publicorcillo lectorero.
      He ahí dos expresiones definitorias con las que se identifica el mundial mundo culto en efimeridades: "tonterías"y "lo que no importa". Pura y sublime metafísica, como se ve, del más alto Quevedo y el Lope más egregio. 
     De esotros y otros otros como ellos (por ejemplo, el energúmeno de la estética "mierdista" L. M. Panero), que han puesto de moda la bisutería, y aun la basura, crece el tsunami de la disentería palabrérica y jovencil. Asómome a los grandes almacenes donde se expende la lectura: y donde había autores clásicos hay ahora autorzuelos veinteañeros que dicen no leer para no influenciarse y ser originales. ¡Ya quisieran ser, al menos, intrusos plagiadores! Y escriben su cotidianidad: chumberas para la sensibilidad y el intelecto. ¿Qué puede esperarse de un país en el que la educación equivale a un sobresaliente en incultura? También es problablemente posible y aun posiblemente probable que yo carezca de sensibilidad para aceptar la impostura.
     Leí un libro de un conocido mío y buen conocedor de la poesía ultimísima; le dije: buen ensayo, muy documentado, bien ordenado... ¿pero seguro que los plumíferos que recoges son poetas o estangurrios de la pluma?
     Así que calo el chapeo, voyme y ya me callo, que diría Cervantes.

2 comentarios:

  1. En parte te damos la razón, pues la razón TOTAL no la tiene nadie. Pero tus palabras atraerán a tu regazo, sobre todo en el mundo de la poesía, muchos enemigos, alguno peligrosísimos. Saludos y, como bien se dice, "Salud y Libertad" 

    Responder
  2. Peor que te maten tus enemigos es que te traicionen tus amigos o tú mismo. 

    Responder

martes, 20 de agosto de 2024

Autosuperación desde las ruinas.



Smetana: El Moldava


El músico más admirado creó desde la sordera la obra más admirable: La Sinfonía, "Coral". También Smetana era sordo y aun así describió como pocos el curso musical de un río en El Moldava
Homero, Milton y Borges no pudo callarlos la ceguera: no necesitaron ver lo que escribían para escribirlo. 
Van Gogh, uno de los pintores más ensimismados, consiguió arrancar de su ensimismamiento el rostro atormentado del hombre universal. 
Hawking ha recorrido la comprensión del universo desde la silla en la que yace inmóvil.  
Ellos y otros muchos elevan la esperanza de este mundo: la autosuperación desde las ruinas.

lunes, 19 de agosto de 2024

"Amar es un gran viaje" leído por Juana Rosa Pita

 


Amar es un gran viaje


Amar a quien amamos y no poder amar
con el cuerpo y el alma porque el amor se fue
-o se quedó- muy lejos de donde nos quedamos 
-o allí donde nos fuimos-. Vivir es un gran viaje,
y amar una estación hasta la que llegamos
cargados de caminos, estaciones y trenes
con destinos que fueron decepciones y sueños.
Inextricables lazos nos unen y desunen
y convierten en bielas y hierros destrenzados  
el corazón fugaz en busca de un imán
a través de las vías que recorren el tiempo.
Y al fin ríes un día porque en una estación
encontramos al otro transeúnte que mira
con nuestros mismos ojos, y siente con el mismo
abrazo la existencia: una desilusión 
voluntariosa de serenidad y sueño:
la certeza frugal de que la lejanía
es tan solo el disfraz de un gran amor
que es nuestro propio rostro en otro rostro. 

1 comentario:

  1. Anónimo

    L'amore è l'esito sentimentale di due voltri che si guardano



domingo, 18 de agosto de 2024

Dos fragmentos de Gladiator


La mística lujuria (Poemas comentados)


La fuente en la ceniza



Dos pulsiones rigen la existencia: eros y tánatos. El instinto de supervivencia nos lleva hacia el coito continuo para que la vida no se extinga. Contrariamente, la muerte elimina inexorablemente a los nacidos, con lo que la lucha entre eros y tánatos se convierte en la violencia más sostenida, e inextinguible, de la Naturaleza. 

Por razones de convivencia social, cuando uno entre los muchos animales de La Tierra empezó a gobernarse por la conciencia, se castraron las libertades naturales del sexo y se reglamentaron sus instintos, ya que difícilmente podría el recién nacido ser cuidado por sus padres si estos, mediante el emparejamiento o matrimoniación, no se aseguraban de tal paternidad. La sexualidad cinegética (coitamos porque lo exige nuestro instinto) pasó a ser controlada; y su descontrol, perseguido por la sociedad. 


Sin embargo, igual que la vegetación exuberante es imparable en el Amazonas, el sexo es un río amazónico en la selva social. De manera que los lances amorosos, los extramatrimonialismos y erotismos liberales o libertinos se han ido sucediendo y excomulgando desde el origen de las civilizaciones para detener su erotómano flujo. Lo cual no ha evitado que siempre haya habido un guadiánico río en la vida y, por tanto, en las artes, que han dado fe del vigor y vigencia de tal condición humana y animal.

Ovidio, Petrarca, Sade … con metáforas y otros escondites, o sin ellos, lo han resaltado, como tantos otros, saltándose el tabú en que se había convertido. La castración de la sexualidad produce monstruos, o visiones arcangélicas. Aberraciones y paramisticismos. Porque la energía siempre se transforma en algo tangencial a sí misma si se le impide su espontánea combustión. 

Leamos el siguiente poema.

La fuente en la ceniza

Amo el temblor rosado de tu boca
y el crepúsculo azul de tu mirada.
Amo la luz carnal que te ilumina
cuando te arrojas como un puma alegre
sobre mi cuerpo ansioso de tu cuerpo.
Amo el sudor de miel que nos lubrica
y la erosión constante de la piel.
Amo tu desenfreno y mi arrebato
cuando, tendida, te abres como un libro
y esplendes como un saurio.
Amo tu lasitud y mi abandono
tras el fulgor robado a las estrellas.
Amo la ardiente búsqueda infinita
que late en nuestros sexos.

La exaltación erótica del poema es evidente. Pertenece al libro Bajo el signo de Eros.

El poema nos presenta dos cuerpos en lujuriosa conversación apasionada. Nada procaz. Tal vez algún lector eche de menos, en estos tiempos de bocazas, la ausencia de un lenguaje abrupto, burdas expresiones, léxico vulgar y tabernario... acordes con el tema de la lascivia tratada por la poesía prostituida y prostituta ¿Es por esteticismo…? Veamos de nuevo el poema:

La fuente en la ceniza

Amo el temblor rosado de tu boca
y el crepúsculo azul de tu mirada.
Amo la luz carnal que te ilumina
cuando te arrojas como un puma alegre
sobre mi cuerpo ansioso de tu cuerpo.
Amo el sudor de miel que nos lubrica
y la erosión constante de la piel.
Amo tu desenfreno y mi arrebato
cuando, tendida, te abres como un libro
y esplendes como un saurio.
Amo tu lasitud y mi abandono
tras el fulgor robado a las estrellas.
Amo la ardiente búsqueda infinita
que late en nuestros sexos.


El amo, con su yo implícito, repetido anafóricamente 8 veces en sendas oraciones paralelas por él encabezadas, arrastra buena parte del vocabulario hacia ese combate sin violencia bélica que llamamos coito. El rojo carnal de amo asimila o contagia semánticamente buena parte del entorno léxico que le sigue.

 Las expresiones “carnal”, “puma”, “cuerpo ansioso”, “sudor que lubrica”, “erosión de la piel”, “desenfreno”, “arrebato”, “te abres como un libro”, "nuestros sexos"… dibujan la imagen explícita de la fricción de la carne, la devoción por la salacidad, la voraz devoración mutua de la carnalidad… 

Todo el mundo sabe que semántica viene de semen: y ese fluido impregna los cuerpos como un sudor erótico provocado por las incontinentes embestidas lujuriosas del ariete en que se ha convertido amo. De modo que la sensualidad sexual parece ser el único arbotante del poema. Helo aquí, enrojecido en tal acepción:

La fuente en la ceniza

Amo el temblor rosado de tu boca
y el crepúsculo azul de tu mirada.
Amo la luz carnal que te ilumina
cuando te arrojas como un puma alegre
sobre mi cuerpo ansioso de tu cuerpo.
Amo el sudor de miel que nos lubrica
y la erosión constante de la piel.
Amo tu desenfreno y mi arrebato
cuando, tendida, te abres como un libro
y esplendes como un saurio.
Amo tu lasitud y mi abandono
tras el fulgor robado a las estrellas.
Amo la ardiente búsqueda infinita
que late en nuestros sexos.

Sin embargo, acabado el trasiego lujurioso, lúbrico, libidinoso, lascivo, salaz, rijoso y etcétera, los versos 11 y 12, plenos de lasitud posorgásmica tras el príapo y mesalino esfuerzo, desembocan en un final que también explicita que la estridente cópula que se nos describe es la puerta para otra realidad intangible, sublime e “infinita” a la que conduce el acto sexual. Hay quienes sienten un destello irracional paradisíaco ante el mar, al contemplar el firmamento, al extasiarse ante un dios... y también hay quienes se asoman a esa solemne y oscura claridad cuando la carne reclama toda su materia e identidad, que no es solo carnal (Don Quijote sintiendo a Dulcinea, por ejemplo, Amiel ante sus sublimaciones innominadas…). 


Si nos fijamos ahora, desde esta perspectiva, vemos que muchas palabras abandonan su significado sexual o lo transfieren, o lo enriquecen, con una más alta concupiscencia. El amo no es una mera invasión retórica, sino vislumbre de transfiguración. De la luz carnal hemos obviado su identidad de oxímoron, que sintetiza lo aparente o ancestralmente antitético: cuerpo / espíritu; la materia corpórea y carnal es realmente una luz que hemos pasado por alto y que ilumina otros elementos.  El puma devorador es ahora un saurio esplendente. La luminosidad del piafar de los cuerpos se yergue hacia otra dimensión cósmica, como indican el fulgor robado a las estrellas y la búsqueda infinita. 


De manera que bien puede decirse que el poema no se reduce a ser una exaltación de la carne y sus placeres, sino una invocación y celebración de lo que hay tras ella o en ella. El amo ya no es solo un mecanismo de insistencia, sino también de gradación: desde la pura materia carnal hasta una sensualidad que trasciende la carnalidad, pasando por la sublimación, el paramisticismo (*) y otros matices del caleidoscópico ente -invisible, inefable y otro largo etcétera- que hemos dado en llamar -aunque los nombres pocas veces nombran, definen e identifican- Amor.

Cobra sentido así el dístico del autor: Sobre tu cuerpo escribo con mi cuerpo / el gran poema de la identidad. Y el final de otro poema: Mañana será amor lo que hoy es sexo.

La fuente en la ceniza

Amo el temblor rosado de tu boca
y el crepúsculo azul de tu mirada.
Amo la luz carnal que te ilumina
cuando te arrojas como un puma alegre
sobre mi cuerpo ansioso de tu cuerpo.
Amo el sudor de miel que nos lubrica
y la erosión constante de la piel.
Amo tu desenfreno y mi arrebato
cuando, tendida, te abres como un libro
esplendes como un saurio.
Amo tu lasitud y mi abandono
tras el fulgor robado a las estrellas.
Amo la ardiente búsqueda infinita
que late en nuestros sexos.

Como he dicho, este poema pertenece al libro Bajo el signo de Eros; y pudiera decirse que si no es central sí es nuclear del resto de poemas. Una primera parte acoge figuras en el tiempo y en movimiento, como breves cuentecillos tocados por la lujuria, el sarcasmo o el divertimento. Pero el libro deriva en estampas de otras figuras escorzadas y pulidas por una creciente desolación. Tal vez sea tal sucesión y ambiguedad polisémica la que da templanza a la configuración del poema. Desde la mitología a la Historia, el arte o la escritura, se suceden leves sonrisas y graves pesadumbres. Eros y tánatos en una continua y desigual batalla en la que es el autor el que más pierde. En algún momento lo resumí así:

Siempre he sido esclavo de la pluma: necesitaba su confesionalismo para liberarme de mí y abandonarme en el folio. En los últimos tiempos parecía que un gran océano acumulado por la voluntad y los libros escritos apaciguaba mi infierno. Por primera vez no necesitaba escribir. Era dueño de la pluma. Me puse a jugar con ella, con la obtusa intención de esbozar algunas fabulaciones, como un divertimento. Pero me equivoqué: pronto la pluma reclamó su origen y fue olvidando su ludismo y recobrando su entidad de verdugo consolador: se lanzó a trazar un conjunto en el que la tragedia triunfaba sobre cualquier sensualidad.

Bajo el signo de eros y tánatos, pues. Sirva La Celestina para ilustrar ambas pulsiones: en la cita nocturna, Calixto cachea amorosamente a Melibea, quien, aparentemente recatada pero más hija de nuestro tiempo, pregunta, falsamente melindrosa, qué hace su enamorado con tanto estiramiento de sus ropas; y Calixto, bajo el signo de Eros, le dice: “Señora, quien quiere comer el ave primero le quita las plumas”. Finalmente, cuando, muerto Calixto, Melibea no encuentra razón sin él para vivir, se suicida arrojándose desde la torre; y su padre, Pleberio, bajo el signo de tánatos, grita: “¿Para quién fabriqué navíos? (léase futuros)”.

-------------
(*) Parece evidente que cuando Teresa de Jesús describe su éxtasis como un ángel penetrándole el corazón con un dardo de oro no es ese órgano el  tan concupiscentemente penetrado.

ir a