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miércoles, 12 de enero de 2022

¿Quién puede prohibir mi muerte?


Strauss: in abendrot

¿Quién puede prohibir mi muerte? ¿Quién puede negar mi vida?

 Desde el Big Bang, el universo se ha ido expandiendo sin más finalidad ni voluntad que las de crecer y multiplicarse, sobrevivirse, mejorarse, perfeccionarse, pasando de la materia inerte a la vida, sea esta cual sea, siempre seleccionando la mejor cualificada para seguir perpetuándose. Unas especies han generado otras desechando las demás, avanzando en una compulsión irracional e indetenible, en un "efecto dominó" que conlleva la muerte, no la agonía, como ultimo estadio.

       Otros planetas hay con iguales condiciones que el nuestro y que contienen vida semejante a la nuestra. Esa vida extraterrestre nos encontrará. Y si somos nosotros quienes llegamos a uno de esos planetas, nosotros seremos sus alienígenas. Que allí se hayan inventado dioses y tecnologías iguales, y que se encuentren en una fase similar de desarrollo, solo es cuestión de tiempo y de apresurar las probabilidades.   

         Una cosa es cierta: en una fase o en otra, en un milenio y otro, allí como aquí, siempre el impulso vital ha superado al mortal, por muchas conciencias o inconsciencias, culturas o civilizaciones, que se opusieran. La vida natural ensaya en cada nuevo ser su empeño de perfeccionamiento, que excluye el dolor. Siempre la creación, la Naturaleza, impermeable a la piedad pero ajena a la crueldad, y fiel a su "efecto dominó", ha ejercitado la eutanasia con los ejemplares y especies que han cumplido su ciclo. ¿Será el hombre menos piadoso o más cruel que la Naturaleza? ¿Será el dios de la mente liberador o verdugo?


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