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martes, 15 de febrero de 2022

Winterreise 24



Der laiermann




Winterreise O




Winterreise

I
Todas las tardes salgo a caminar,
cuando el ocaso asoma su incendio diamantino,
por el bosque de piedra que ya es esta ciudad.
En esta casa oscura, tan luminosa ayer, 
aún vive -todavía-, lentamente alejándose, 
mi Amada, la que puso su sonrisa 
en mis labios y me enseñó a mirar 
la luz que hay en las sombras. 
                                                    No hace mucho 
de esa vida feliz que compartimos. 
                                                            Vengo 
cada tarde a resucitar aquella 
existencia. Contemplo el alto cielo. Sale
enseguida la luna dispuesta a recordarme 
con su cadáver gris cómo Ella se marchó 
definitivamente, y cómo yo me fui 
de esta casa, también 
herido. 
                En el crepúsculo 
paso por esta calle y son cenizas 
lo que mi corazon sigue encendiendo 
mientras crece la noche.

II
Yo contemplo la noche estremecida 
por el fragor de las constelaciones 
y oteo el nacimiento del origen 
devanándose hacia un final sin fin.
Un dios sin rostro puso la semilla 
de la absoluta perfección, y el mundo 
se ofreció ante los hombres igual que una manzana 
inalcanzable y pura, convertida 
en veneno sin triaca
si nuestra voluntad la cultivaba. 
Así fracasó el mundo; y me pregunto 
qué hubiera sucedido si el buen dios 
hubiese permitido que los hombres 
fueran demiurgos de sus propias vidas.

III
En una de esas noches llameantes
palpé la vibración del río, vi, 
recostado en su orilla,
la alta luz de una estrella silenciosa 
incendiando la sombra; el fuego azul 
de los sueños brizó mi corazón 
y sustanció la invisibilidad: 
su reverberación se hizo materia 
y, como un clavecín multiplicante, 
brotó una sinfonía de esplendores 
y todo lo inefable se hizo verbo.
¿Hay más vida detrás de las estrellas?,
pronunciaba un relámpago interior.

IV
Entro en mi corazón y hallo la luz 
de la naturaleza transmutando 
la materia, el espíritu, las cosas 
que conceden la plenitud al caos.
En esa claridad no existe el tiempo, 
no hay antes, ni después, ni ahora; 
todo es la transparencia de sí mismo; 
no hay más todo que el uno innumerable, 
y el uno innumerable está en el todo 
como yace lo ubicuo en lo infinito : 
@tú eres yo y yo soy tú, conciencia errante 
de una humanidad silente y cósmica@
El armonioso paroxismo cesa 
de súbito como una estratagema 
de algún dios o diablo inescrutable.

V
Qué feliz convivencia la de entrar en el alma 
y hallar el propio corazón diciéndote
las palabras que tú ya le dijiste 
y muestran vuestra cálida armonía.
Como siempre he vivido separado del mundo 
no me duele esta fiera soledad que la muerte 
me impone, dulce Amada. Pero es cierto 
que desde que te amo ya no me basto solo 
y me parece cruel este castigo.
¿Hay más vida detrás de las estrellas?


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