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lunes, 14 de octubre de 2019

Tiempos felices que no...

Schumann: Traumerei

Llevaba yo hablando así como una hora, y alguna que otra vez miraba un objeto rectangular envuelto entre papeles. Pensé: alguien que, en lugar de tomates, tira cartapacios a los conferenciantes. Y no me di prisa en acabar -por si acaso-.
     Cuando supuse que ya todos los asistentes estaban deseando aplaudirme por terminar de una vez, callé. Y, tras firmar algunos objetos gutenberguianos, se me acercó el rectángulo, que no era pequeño: y era, quien lo llevaba, Carmen Jorques -y Rafa-, la cual abrió el alienígena rectángulo y mostróme a un yo que no era yo pero era yo. Un retrato sonriente y con algunas décadas menos que -dicen quienes lo han visto- me representa "muy propio". 
     En otros apuntes de otros autores siempre salgo con rostro de elegía, que es el que sin duda emerge de mi espíritu. Tal vez Carmencita tuvo como modelo unas fotos de cuando, en Roma, n`el Vaticano, fui a recoger el Premio Rielo, y tuve que leer, rodeado de cardenal y otros oriundos del Lacio, algunos poemas que iban traduciendo al idioma dantesco. Y el terror escénico me hacía sonreír.
     Aquí lo adjunto como agradecimiento a su autora y recordatorio de que el tiempo no pasa en vano aunque los artistas pretendan detenerlo en sus obras.
     Gracias, Carmen.

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