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viernes, 1 de febrero de 2019

Un poema, otra voz: Luisa Pastor.


Siempre han sido icónicas de la existencia la juventud y la belleza, perseguidas por la muerte: hace poco recordaba yo en una conferencia los sonetos sobre el carpe diem de Tasso, Garcilaso, Ronsard, Góngora, A. Machado, así como otras variantes de Dámaso Alonso, Rafael Morales y muchos más. Todos vienen a confluir en las palabras de Melibea (adelantadas a las de Romeo y Julieta) cuando, sabiendo la muerte de Calixto, se arroja desde la torre constatando la razón del suicida: "Oh la más de las tristes triste. No es tiempo de yo vivir". 
     Probablemente es esa conjunción de elementos la que me llevó a obsesivar y conturbar la expresión en Los ojos de la metáfora, y a titular el siguiente poema Mosha bieda (Mi tristeza), palabras con las que signó Chopin el ramillete de cartas a su amada cuando supo que la había perdido.

Mosha Bieda en la voz de Luisa Pastor (versión original).

Mosha bieda

Ella era triste como una lascivia insatisfecha.
No sabía mirar, no sabía vivir, no sabía morir.
Ella era hermosa como un suicidio de quince años.
No quería ser triste, no quería ser bella, no quería ser muerte.
Ella vino en la noche como un beso en la noche.
Tenía el horizonte agarrado a su cuello
como una horca terrible sin forma de patíbulo
y se dejó caer hacia arriba, en la noche.
Ella vino en un beso masacrado, ella vino.
Ella era amor como una errata en un libro de lágrimas.
Ella no tiene cielos ni infiernos en sus ojos.
Tampoco los crepúsculos sonríen a su paso.
Y sin embargo el zoclo se detiene al oírla.
Ella era el cobalto, la manzana y el grítalo.
Quizásmente tal vez ella es una liturgia.
No hubo salacidad que rozase su piel de lepra virgen.
Ella no muere nunca porque no vive nunca.
Jamásmente ella ha sido lo que yo no soy nunca.
No enturbia, no conoce, no sonríe, no llora.
Sin embargo su pálpito eclipsa el universo.
Ella vino en la noche con un beso en la noche.
Ella vino en la noche como un beso en la noche.
Yo amé su piel de amianto para mi fuego inútil.
Murió hace doce años al erguirse hacia un beso.
Murió hace doce años llevándose mi vida.
La verdad: yo quisiera
no haber tenido que escribir este poema.

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