LA AVENTURA POÉTICA DE ANTONIO GRACIA
1.- Imagen de una heterodoxia
Poeta, narrador, ensayista, polemista impenitente, radical en sus juicios acerca de la poesía que hoy se escribe y propenso al aislamiento, Antonio Gracia se ha ganado una buena fama de poeta maldito que, a mi juicio, simplifica y reduce su obra poética. El calificativo de heterodoxo le conviene por su inteligencia vitriólica y su penetrante agudeza (lo que le aleja de los amaneramientos que afectan a los poetas actuales), y por la tensión ética que recorre su obra, por su concepción de la poesía como un prodigio mágico, gozoso y terrible y por la coherencia de su poética, ideada desde una experiencia totalizadora, a pesar de las aparentes contradicciones que la caracterizan. Lo penoso es que la fama de heterodoxo que ha acompañado a Antonio Gracia ha evitado, salvo algunas excepciones, el menor atisbo de una lectura profunda de sus poemas e impedido, por tanto, un mayor reconocimiento.
En los últimos años, sin embargo, Antonio Gracia ha venido desarrollando una intensa labor creativa– refrendada por importantes premios literarios y colaboraciones en las revistas más prestigiosas de nuestro país. Ha pasado de ser un autor conocido sólo por unos pocos, pero fieles lectores poseídos por el magnetismo nihilista, destructivo e iconoclasta de sus primeros poemas a ser cada vez más apreciado por la crítica, aunque siga teniendo detractores que lo ignoran, alegando que es uno más entre los idólatras del solipsismo.
Su obra, plenamente consolidada, empieza a merecer un trabajo digno de exégesis o interpretación. Estas palabras que sirven de prólogo a este libro sólo pretenden destacar al poeta, lejos de cualquier intención esclarecedora o interpretativa. Mi único propósito es trazar unas breves coordenadas que permitan localizar su poesía. Ponerse a hacer un análisis, siquiera sea modesto, de la evolución poética de A. Gracia es una tarea complicada, ya que una obra tan compleja y homogénea se cimenta en sorprendentes paradojas e influencias contradictorias: hipnótica, repetitiva, transgresora y vitriólica con asomos de ternura; erotómana y fúnebre, mística e irreverente, trágica y lúdica; unas veces exuberante e hiperbólica y otras elíptica y conceptista. Es también una poesía de la inteligencia escrita en trances viscerales. Hay más paradojas: niega el dogma fundamental del realismo y entronca con las vanguardias, haciendo uso de procedimientos irracionalistas (sobre todo a partir de las claves visionarias y oníricas del romanticismo, el simbolismo y el surrealismo), pero se ajusta en general a la ortodoxia métrica y propone constantemente un diálogo con la tradición. Algunos versos son ásperos, broncos, desgarrados, y otros, en cambio, alcanzan el extremo de la belleza más despojada y secreta. Los poemas de Gracia reivindican la originalidad, o al menos la pretenden (brillantes yuxtaposiciones, aliteraciones sonoras, ingeniosos neologismos, abundantes retruécanos y oxímoros, abruptos juegos de palabras y otras afecciones experimentales), y a la vez están cuajados de inteligentes plagios, y autocitas. El autor recrea o parodia a menudo formas estróficas tradicionales, certificando de esta manera la imposibilidad de la originalidad. Sin embargo, su trayectoria poética muestra una línea coherente que siempre turba al lector por su autenticidad.
Quien haya leído suficientemente a Antonio Gracia convendrá en que, revelando su obra una considerable pluralidad que nos enfrenta a la dificultad y la paradoja, toda ella es un organismo independiente compuesto por dos partes aparentemente autónomas, pero esencialmente interrelacionadas; dos grandes etapas que abarcan la biografía del autor y su comprensión y profundización en el hecho poético, etapas que a continuación diferenciaremos.
José Luis Zerón Huguet
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Locus horribilis
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