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jueves, 1 de noviembre de 2018

El rostro de Frankensteina (Jalogüín, jalogüón)

Saint-Saen: Danza macabra

También el hernandico celebró el jalogüín, y prueba de ello es este jaloguón magnificático:

Doctor, esmérese en su operación:
quiero que mi nariz sea un topacio
perfumado, y mi boca un gran palacio
que lubrique la fagocitación.


Los dientes, de diamante y corindón

-insinuando que sorbo muy despacio-;
el cabello frondoso, un poco lacio;
los ojos que hipnoticen con pasión.


¡Qué hermosura de rostro, qué cabeza

más cualichaletápera, qué pómulos,
qué achuchones románticos tendré!

¡Qué ejemplo de bellezas mi belleza!
Y aunque no encuentre rima para pómulos
este soneto felacionaré!



                                        (de Obras maestras a granel)


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