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miércoles, 7 de noviembre de 2018

Cuando muere un creador







Solo un breve recuerdo

El martes publicaba A. Prado en las páginas de INFORMACIÓN una extensa reseña sobre Lorenzo Hernández Guardiola y la presentación de su novela “El cementerio de los alemanes”. La edición de la novela se había hecho a marchas forzadas y el acto se realizó sin la presencia del autor porque estaba hospitalizado. Mientras José Luis Ferris y el editor comentaban su figura y su obra, su condición de estudioso del arte y relator de historias, la niebla de la ausencia definitiva rondaba entre los muchos asistentes. Todo transcurría como unas exequias proféticas y unas honras fúnebres anticipadas.
     Siete horas después, como si hubiese luchado contra la muerte hasta cumplir su sueño literario, Lorenzo fallecía.
     Cuando muere un creador no solo muere un hombre: también mueren las obras que no pudo crear. Tal vez tan solo somos una breve partícula en esta arquitectura gigante que llamamos Universo Infinito; pero esa infinitud de poco serviría si nuestro pensamiento no ordenara los miembros de la Naturaleza como los de un cadáver azaroso resucitado por la inteligencia para darles sentido, orden y fin. Y nada más que un hombre entre los hombres sabe dar luz y lucidez a tal misión: el que domina el verbo y sabe traducirlo a esos múltiples verbos que son las otras artes.

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