- María: De la Antología de los mejores cuentos y poemas
he recogido estos versos de Gómez
Manrique: “Mi consejo principal / es, gran señor, que leáis, / porque,
aprendiendo, sepáis / distinguir el bien del mal”.
- Pedro: ¡Tú tan
estu-o-diosa como siempre!
- Profesor: Muy
ingenioso, Pedro; pero olvida los comentarios ofensivos.
- Yolanda: Yo he
copiado en mi cuaderno, para mi antología personal, esta versión de una jarcha…
- Profesor: Un momento. María: recuérdanos qué es una
jarcha.
- María: Un poemilla medieval escrito en una mezcla de
árabe y pre-castellano.
- Profesor: Muy bien. Continúa, Yolanda.
- Yolanda: La versión dice así: “Yo prefiero escuchar de
labios de mi amada / los libros que ella lee con su amorosa voz, / pues las
palabras quedan prendidas en su boca / y pasan a la mía cada vez que la beso, /
lo cual hago a menudo, pues me gusta aprender”.
- Pedro: ¡Si eso
fuera cierto también estudiaría yo a todas horas!
- Juan:
A mí me ha hecho temblar El monte de las
ánimas, de Bécquer.
- Ana: Mi abuela, que siempre espía lo que leo, me ha cogido el libro y se ha puesto a repetir varias veces estos versos de Yepes: "La muerte es solo un agujero negro / que conduce la vida a otra existencia".
- Luis: Yo me quedo con varios. Pero me gustaría saber por qué
tantos escritores han llevado una vida de sufrimiento… ¿Es que es necesario
sufrir para escribir?
- Profesor: No. Ten en cuenta que la vida ha cambiado en un
siglo más que en todos los milenios de la Historia, y antes había más
enfermedades, penurias (Gema define "penuria" desde el Diccionario), muertes
tempranas... Es verdad que el poeta auténtico -todo artista auténtico- es un
ser interrogativo, todo lo cuestiona, se exige demasiado, es inconformista,
vive ensimismado en su introspección (Gema vuelve al Diccionario) y sueña con la perfección del mundo, lo que le empuja
a crear, como un humilde dios, sus propios mundos (poemas, cuadros, sinfonías…)
y a distanciarse de las gentes, que ven en él a un ser soberbio. Y lo marginan,
se siente infeliz…
- María: Como ocurre hoy en clase o en la calle, que todos
te miran como un bicho raro si eres “diferente”…
- Profesor: Eso es. Pero en el fondo, el artista auténtico
es uno de los seres más solidarios: porque no ayuda solamente a un anciano a
levantarse de su caída, sino que levanta el corazón y el vigor de cuantos,
necesitados de unas palabras que los consuelen o comprendan, se acercan a él a
lo largo de las décadas y siglos. Por eso los grandes bestseller son los
clásicos: aquellos a quienes les importan los hombres, no los lectores; la
verdad de las palabras, no las ventas.
- Luis: ¿Es malo vender muchos libros?
- Profesor: No, si no te vendes tú con ellos.
- Luis: ¿Y por qué soportar una vida incómoda…?
- Profesor: Por la misma razón por la que tú no puedes
evitar pasar la noche tumbado en la acera para entrar a un macroconcierto o te
sacrificas con tal de estar con Mirian
o Juani… En esos momentos te va la
vida en ello. Pero también hay autores que han triunfado en su tiempo: Dickens y Liszt eran seguidos por miles de fans en sus lecturas y conciertos
por todo el mundo.
- Luis: No lo comprendo.
- Profesor: Aceptar que hay cosas incomprensibles ya es comprender. Es cierto que las grandes obras de la historia son grandes elegías y
que sus autores hubieran preferido escribir himnos; pero eran hijas de una
realidad: y la verdadera literatura siempre es un espejo de la verdad social e
individual: es el auténtico rostro del ser humano. Fijaos que cada uno habéis escogido aquello que se os parece: A María le gusta saber, y ha elegido unos versos sobre la lectura; a Juan le asustan los fantasmas; y por eso esa leyenda fantasmal. A tu abuela, por sus años, le preocupa la muerte... Ahora que la vida ha mejorado
ojalá la literatura auténtica muestre la realidad de un mundo mejor.