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martes, 24 de octubre de 2023

Consuelo Jiménez de Cisneros: EN NOMBRE DE DULCINEA (2)

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Consuelo Jiménez de Cisneros: 

EN NOMBRE DE DULCINEA (1)


El primer poema, "El sueño de don Alonso", recopila momentos diversos del recorrido vital de don Alonso transmutado en don Quijote por obra de su fantasía y sus lecturas. Quizá se trata de ese sueño final en el que se dice que pasa por delante de nosotros toda nuestra vida como si fuera una película. Aquí don Alonso finaliza con un grito: "¡Don Quijote!" que nos hace ver lo inseparable que resulta de su personaje. Su cita previa: "Desocupado lector", parece una invitación a desocuparse para leer poesía, porque, en efecto, es preciso gozar de tiempo y espacio para sumergirse adecuadamente en la lectura de un poemario. Leer poesía no es leer novela ni leer la prensa del día. El lector de poesía ha de estar "desocupado" no solo de ocupaciones, sino también de preocupaciones, para entrar, libre y desnudo, en el mundo poético que se le ofrece.

El poema siguiente, "El redentor", se centra en el objetivo de don Alonso cuando se transforma en don Quijote: ayudar a los menesterosos, librar al cautivo y al oprimido, indiferente al hecho de que las cosas no sean lo que parecen o de que su ayuda pueda provocar burla o fracaso. Acaba el poema con una autodefinición que está en la obra cervantina: la frase "yo sé quién soy" puesta en boca de don Quijote. Y con una palabra muy actual: solidaridad. Es posible que don Quijote nunca la pronunciara, pero es seguro que la practicaba. 


"El escrutinio de la biblioteca" construye una reflexión sobre el hecho de escribir. Y si fue Cervantes quien dijo aquello de que "no hay libro malo que no contenga algo bueno", Antonio Gracia se pregunta:


"¿Nadie

apreciará el esfuerzo del que escribe

incluso un libro inútil,

puesto que aquel que lo escribió no quiso

sino acertar?"


Y la contestación la da el final rotundo del poema: "Quien quema un libro está quemando a un hombre".  


"Lamento de Grisóstomo" ofrece un monólogo imaginario del estudiante-pastor que se quita la vida al no ser correspondido por la pastora Marcela, aquella famosa protofeminista que gritó: "Yo nací libre..." Esta reflexión trasciende el sentimiento amoroso, que tantos suicidios literarios y reales ha provocado, para alcanzar una hondura ontológica donde se afirma que lo que asemeja al ser humano con sus congéneres es el dolor. De ahí ese "Tal vez mi salvación sea la muerte" que cierra el poema. La respuesta a este poema llega en el siguiente: el "Exordio de Marcela", donde la pastora justifica su no correspondencia al enamorado y se autolibera de la responsabilidad del suicidio con una frase definitiva: "Tuya es tu vida / como mi vida es mía."


"Ante los galeotes" presenta unas reflexiones de don Quijote frente a aquellos a quienes pretende liberar sin ninguna otra consideración que no sea su altura de miras. Una ética difícil de entender por lo sublime. Sueña el caballero con esa "edad dorada" a la que dedicará el más bello discurso escrito en castellano y defiende la libertad, que en otra parte del libro definirá como "el bien más preciado" por el cual se han de arriesgar honra y vida. Invencible se siente ante sus ideales como nos lo expresa en el último verso: "Solo la muerte me podrá vencer".


"La historia del cautivo", una de las más hermosas de las muchas incluidas en el libro de Cervantes, se resume en la redención por el amor y en una suerte de justicia poética que el poeta describe así: "la justicia de los dioses / es superior a todos los destinos". 


"Anselmo y Lotario" son los nombres de los dos amigos que protagonizan la novela corta conocida como "El curioso impertinente", donde se plantea una historia -reiteradamente plagiada en el cine y la narrativa- en la que un hombre pone a prueba la fidelidad de su pareja a través de su mejor amigo. Menos sabios que don Quijote, que no quiso poner a prueba su celada de cartón por que no se rompiera, estos amigos cometen sendos errores, el primero al proponer la prueba y el segundo al aceptarla. Un trágico destino castigará su "impertinencia" (que aquí literalmente es "no pertinencia").


"Maritornes" es el título del siguiente poema, como el anterior, en forma de soneto. Y es curioso que a una "moza de partido" se le dé voz y pensamiento a través de una forma tan elaborada y culta como la de un soneto. Puede ser un modo de reivindicar esa feminidad sojuzgada de quien, por razones de cuna o de cualquier fatal circunstancia, ha nacido para el servicio y el sufrimiento como otros nacen para el placer y la abundancia. De ello parece consciente nuestra Maritornes cuando afirma en el último terceto: 


"Oh triste corazón que tienes alma

y yaces condenado a no sentirla,

pues sentir y sufrir aquí es lo mismo."


Un ejemplo más de que interpretamos la realidad desde nuestros prejuicios es el episodio de los batanes, aquellas ruidosas máquinas nocturnas que tanto terror inspiraron a don Quijote y Sancho hasta que la luz del alba les sacó de sus elucubraciones erróneas. El poema "Batanes" recoge este episodio, uno de los más divertidos y escatológicos. Con su conclusión: "es el miedo el que crea los fantasmas".


Y llegamos al poema "Princesa de la Mancha" que se relaciona con el título al libro, "En nombre de Dulcinea". Pues esta expresión se corresponde con lo que sentía don Quijote cuando se encomendaba a su amada cada vez que emprendía una aventura y se la dedicaba como prueba de amor inquebrantable. Hasta tal punto, que llega a afirmar que prefiere perder la vida que renegar de su Dulcinea, "la más hermosa mujer del mundo". Dulcinea no deja de ser una creación de don Quijote que protagoniza su mundo ideal. La princesa Dulcinea es a don Quijote lo que la moza Aldonza sería a don Alonso Quijano. De ahí que, en un imaginado rapto de consciencia, Aldonza-Dulcinea exclame, en los versos de Gracia:

 

"No permitan los dioses que jamás

Don Quijote se crea don Alonso:

mi existencia demuestra que él existe;

pero si él deja de ser él, yo muero."


El siguiente poema se dedica a otro de los personajes fundamentales del libro de Cervantes: "Sancho". Personaje que ha inspirado más de un poema, entre ellos uno de mi abuelo, Daniel Jiménez de Cisneros, premiado en el III Centenario del Quijote celebrado en su pueblo natal, Caravaca ("Semblanza de Sancho"). Coincide Antonio Gracia con la percepción de Sancho como un hombre de bondad natural, que es capaz de cambiar sus ambiciones de ínsulas y riquezas por los valores de la amistad y la lealtad. Y si Beethoven aseguró que la mayor expresión de la inteligencia es la bondad, Antonio Gracia, por boca de Sancho, afirma "que no hay más cuerda hazaña que ser bueno / en un mundo regido por maldades".


El poema "El caballero de la Voluntad" es un soneto que contiene uno de los versos más logrados del poeta, tanto por su retórica, sorprendente aliteración sobre una antítesis, como por su contenido: una invitación a la vida, concebida como acción. "Muerto yace quien nace y no se hace", asegura el poeta. Y la cita previa nos lleva a considerar que aquí habla más del autor, Cervantes, "hombre más versado en desdichas que en versos", que de su criatura, don Quijote. Conocemos, en efecto, las vicisitudes por las que pasó el autor de lo que hoy llamaríamos un best-seller inmortal. No las vamos a reseñar aquí. Sí subrayar que la voluntad es lo que hace que Cervantes prosiga en su escritura hasta su último aliento (su novela "Persiles y Segismunda" se publicó tras su fallecimiento, de cuya proximidad el escritor era consciente). Y la voluntad es también la facultad que logra que don Quijote nunca decaiga en sus ideales y se levante siempre de todas sus caídas. 


"Cide Hamete" evoca al cronista arábigo Cide Hamente Benengeli, según algunos estudiosos trasunto del propio Cervantes, que sería autor de las aventuras de don Quijote, tal como nos relata el novelista cuando nos cuenta en primera persona el manuscrito que encontró en el Alcaná (mercado) de Toledo el cual contenía la historia de don Quijote. Y más en concreto, la descripción de Dulcinea que tenía "la mejor mano para salar puercos de toda la Mancha". Una combinación de ficción y realidad, un juego de espejos sobre el que nunca lo sabremos todo. Como esa trasmutación de don Quijote en Sancho y de Sancho en don Quijote que se va produciendo a lo largo de la historia y que culmina con la propuesta de Sancho ante el moribundo Alonso Quijano de convertirse en pastores como antes fueran caballeros andantes. A la hora de la muerte, vida y literatura en fusión imposible.


Con esto acaba la primera parte y empieza la segunda, que forzosamente ha de comenzar por el autor de la falsa segunda parte del Quijote que tuvo la fortuna de impulsar a Cervantes a escribir la verdadera. Porque en la historia del que firma como Avellaneda, don Quijote ha perdido su esencia, mientras que en la de Cervantes la mantiene. "Avellaneda" es el título del primer poema de esta segunda parte donde Antonio Gracia sugiere que la envidia fue el motor de aquella escritura en la que se roba un personaje en vano, ya que el autor no tiene los recursos necesarios para hacerle andar. Y finalmente, "una historia es la forma en que se cuenta".


Continúa en el siguiente poema la galería de personajes del Quijote. Y es el turno de "Sansón Carrasco", el bachiller que reaparecerá más tarde en el poemario disfrazado de caballero de la Blanca Luna, ocasión en la que venció a don Quijote y le hizo regresar a su aldea. El poeta reflexiona una vez más sobre el juego de identidades ficticias:


"... comportarse

tan neciamente cuerdos que transforman

lo que creen “locura” del hidalgo

en propia y contumaz identidad."


"El retablo de Maese Pedro" nos trae uno de los episodios más curiosos del libro, por evocar la vida errante de los titiriteros y también sus trampas y "bellaquerías". Hay una alusión a la música de Falla, que compuso un célebre ballet con el mismo título, inspirado en esa historia: "cuadriculando en pentagramas líricos / la aventura expectante". Siempre asociaré este capítulo a la recomendación que hace maese Pedro al joven presentador de su retablo: "Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala..."


El siguiente poema, muy breve, evoca a uno de los personajes más emblemáticos de la novela de Cervantes: "El caballero del Verde Gabán", ejemplo de hidalgo sensato que, para su desgracia, tiene un hijo poeta. El poema se vierte en una melancólica recreación de la fugacidad de la vida: "Todo es ya / ceniza devanándose en el tiempo."


Uno de los momentos más misteriosos de la novela que da nombre al siguiente poema es el de "La Cueva de Montesinos", a la que don Quijote accede y en la que, en un sueño o alucinación, se encuentra con el caballero Montesinos que lo guía al sepulcro de Durandarte y le cuenta cómo los encantó el mago Merlín. Un lugar donde la magia, la épica y el mito se confunden. En su poema, el poeta se siente transfigurado tras la experiencia. Y si la transfiguración de Cristo se produce en lo alto de un monte, el Tabor, la de don Quijote tiene lugar en el interior de una cueva, la de Montesinos, la cual, por cierto, existe en la geografía manchega. Así expresa el poeta esa transfiguración:


"La majestad de aquella luz umbría

cegó mi corazón y lo sembró

de sed, metamorfosis y fulgores.

Y cuando abrí los ojos no era yo,

sino mi propia transfiguración."


En el siguiente poema volvemos a Dulcinea, descrita por don Quijote a instancias de la Duquesa que los alberga a él y a Sancho en su palacio. "Don Quijote describe a Dulcinea" es el título de un soneto de versos blancos donde don Quijote expresa la belleza de su amada mediante una preterición: 


"Nada diré de tu cabello y ojos, 

de tu boca y tu pecho y tu cintura, 

ni de tu corazón de escarcha roja." 


Y ello porque sabe que, para cualquier enamorado, su amada siempre es la más bella. Dulcinea está constantemente presente incluso en ausencia, por eso se justifica que don Quijote la defina como "la dama de sus pensamientos".


"Soñando en Barataria" nos transporta a una pequeña isla utópica donde rigen el bien y la justicia.  El poema está puesto en boca de Sancho, que sueña en expandir su mundo ideal a todo el planeta y ser "el hacedor / de una paz sin fronteras". Recordemos que la ínsula Barataria es un lugar de nombre ficticio donde los Duques, para divertirse, ofrecen a Sancho un puesto de gobernador que él trata de ejercer con la mayor justicia y prudencia, pero desalentado por las dificultades, renuncia al tiempo que hace un alegato de lo que debería ser un buen gobierno. 


"Apócrifo (Don Quijote llorando a Altisidora)" es un soneto que expresa el dolor de don Quijote ante la muerte de la doncella Altisidora, que él no sabe que es una muerte fingida. Como fingido sería el amor que Altisidora le manifiesta para poner a prueba su fidelidad hacia Dulcinea. Nuestro poeta considera "apócrifo" este poema porque en él imagina que don Quijote también siente algo por la hermosa doncella, lo cual, si así fue, no lo podemos saber. El poema está dirigido al cuerpo de Altisidora, en forma de apóstrofe que se mantiene desde el primer al último verso, lo que remarca la carnalidad y la posible atracción reprimida del caballero hacia la doncella. 


"El trote de Clavileño" nos conduce al caballo de madera que, en un viaje fantástico, hace volar a don Quijote y a Sancho sin moverse de su lugar. Es una de las muchas bromas que les preparan los Duques para entretenerse con sus visitantes. El poeta lo compara con el otro caballo, este real, que tantas veces transportó a don Quijote: Rocinante.


"Y Clavileño

avanza a su aventura alegre, altivo,

transformado en un fiero Rocinante

de los cielos."

 

"El caballero de la Blanca Luna" como ya hemos mencionado, es el bachiller Sansón Carrasco, así disfrazado para enfrentarse a don Quijote con sus mismas reglas caballerescas: el que vence obliga al vencido a cumplir con lo requerido. Lo peculiar del poema es que está en boca del mismo Sansón Carrasco o caballero de la Blanca Luna, lo que le sirve al poeta para indagar en lo más profundo de los sentimientos del paisano de don Quijote. Descubrimos entonces que al bachiller le duele intensamente ese combate en el que solo quiere vencer y en efecto, vence: 


"cayó el inescrutable caballero invencible

al suelo como un címbalo estruendoso."


Y esta comparación tan eficaz casi nos permite escuchar una caída física que implica al mismo tiempo una ruina moral: la destrucción del personaje, que, tras regresar a su pueblo, dejará de ser don Quijote para volver a ser don Alonso Quijano "el Bueno". Esto no puede dejar de afectar a su destructor, que, al terminar su tarea, dice así:


"No me importó que el sueño fuera un sueño.

Erguí mi vil espada, como un ladrón flamígero

y fui a cobijarme entre las ruinas 

de la noche."


"Playas de Barcelona" es un poema referido al mismo capítulo de la novela donde se cuenta aquella batalla singular entre don Quijote y El caballero de la Blanca Luna: las playas de Barcelona, escenario de uno de los momentos cumbre de la obra. El mar aparece como metáfora de la muerte: "...y se tiende como un cadáver de agua / varado para siempre". "Y allí la muerte / acaba con el sueño". No falta la referencia a la postrera confesión del caballero vencido, don Quijote, dispuesto a perder la vida pero no a desdecirse sobre su Dulcinea:


"Y el hidalgo vencido por la pluma

del narrador acepta su derrota,

mas no la de su amor."  


"Retorno hacia la aldea" es un soneto antológico que alude al regreso del Quijote vencido y al mismo tiempo condensa la novela desde varias perspectivas. El primer cuarteto parece describirnos alguno de los muchos dibujos que se han hecho del caballero, al que describe magníficamente evocando su aspecto físico, alto y fuerte, y su agotamento físico y moral tras la derrota: "como una torre de soñar cansada":


"Sobre el bisel de la llanura erguido,

como una torre de soñar cansada,

el caballero esgrime al sol su espada

y otea el horizonte enfebrecido."


Mientras que el segundo cuarteto certifica su derrota: 


"...ninguna senda lleva hasta la Amada,

nadie buscará ya su ardor vencido."


En el primer terceto se menciona uno de los elementos más emblemáticos y reconocibles de la novela: los molinos a los que se enfrentara don Quijote en una de sus primeras aventuras, tomándolos por gigantes. Esos molinos que eran construcciones inanimadas y se transforman en criaturas animadas por la visión enloquecida de don Quijote. Pero ahora el gigante, es decir, el personaje inexistente, es don Quijote.


"...y los molinos lo han abandonado

como a un gigante del que se huye al trote."


Y la conclusión final resulta desoladora:


"Yace en la tarde un sueño desmayado.

El mundo no precisa de un Quijote."


En el poema "Alonso Quijano se consuela leyendo a Garcilaso" vemos a don Quijote, hecho ya Alonso Quijano, leyendo a Garcilaso, poeta al que conocía como se constata en la cita. Garcilaso de la Vega aparece aquí como la síntesis del perfecto caballero que unió con éxito las armas, las letras y el amor, tal como habría querido hacer don Alonso-Quijote: "qué plenitud ser héroe, amante, pluma." Alonso Quijano afronta, de manera desolada, que su existencia ha sido inútil porque no ha logrado "esas tres venturanzas". Antonio Gracia, a lo largo de su historia como poeta, se plantea una y otra vez el sentido de la vida y este poema puede ser una de esas indagaciones que le llevan a aceptar que la única vida es la que se escribe.


Proseguimos nuestra lectura con otro soneto memorable titulado "El pastor Quijotiz a Dulcinea (Vía unitiva)". Ya hemos aludido a que, durante la agonía del caballero, Sancho, por reconfortarle, le sugiere convertirse en pastores y le da el nombre de Quijotiz. Este personaje conservaría su condición de enamorado de Dulcinea, y este poema evoca lo que sería un encuentro amoroso total entre ambos. De ahí la alusión a la "vía unitiva", que es la tercera y última de las vías místicas descritas por San Juan de la Cruz para simbolizar la unión del alma con Dios, unión que no puede encontrar mejor metáfora que aquella de la fusión física amorosa de dos enamorados.


El soneto se construye sobre una sucesión de preguntas retóricas en las que el poeta se plantea la relación entre lo carnal y lo espiritual, la "fuerza sobrehumana" del amor y si el amor sería el camino a "un mundo celestial e inaccesible". Implica esta reflexión una cierta sacralización de la unión sexual que sabemos se daba en algunas antiguas civilizaciones. Pero el soneto no pretende, a mi parecer, llegar a una conclusión general, sino plasmar una experiencia íntima. Para concluir, si en el poema anterior hablábamos de Garcilaso, en este nos encontramos un verso "garcilasista". Si el poeta del siglo XVI escribe aquello de "enciende el corazón y lo refrena" refiriéndose a la mirada de la amada, el del siglo XX y XXI escribe aquí "enciende el corazón y lo devana". Espléndido y oculto homenaje del poeta alicantino al toledano.


"Últimas voluntades de Cervantes" recoge las supuestas últimas voluntades del escritor, quien, como ya hemos mencionado, fue consciente de que le llegaba la muerte mientras redactaba la dedicatoria de su última novela a su mecenas, el duque de Lemos: "Puesto ya el pie en el estribo / con las ansias de la muerte, / gran señor, esta te escribo". Tras un comienzo de poema que culpa a la edad y las enfermedades del deterioro físico y anímico que le llevará al final de la vida, Antonio Gracia imagina que la última voluntad de Cervantes sería enterrarse en el Toboso, patria, no lo olvidemos, de Dulcinea. Funde así al autor con el personaje, haciendo que la identificación entre ambos culmine en una alusión tácita al amor como motor de la vida. Regresar o acabar en el lugar de la amada podría suponer además esa regresión al seno materno con la que algunos sueñan como la mejor manera de dejar de ser. … o seguir siendo…


El último poema antes de las Posdatas lleva por título "Una visión lluviosa de El Toboso

(Don Alonso rubrica su epitafio)". Un título compuesto de dos versos endecasílabos. El agua, la luz y la "rocosa geometría" componen ese escenario onírico que es una representación de su vivir, como reconoce en los últimos versos:


"Así mi vida fue: trueno y relámpago,

manantial para un mundo

que tanta luz precisa."


Las Posdatas contienen tres poemas que constituyen tres interpretaciones sobre el Quijote: la musical de Strauss, la del autor, que aparece escondido bajo el nombre emblema de Angrac Ianto, y la filosófico-literaria de Unamuno. 


De todos es sabido que existen obras artísticas de toda índole -ballets, películas, pinturas, esculturas, tapices, obras literarias...- que se han inspirado en el Quijote, y no es esta la ocasión de enumerarlas. Solo remarcar que de ese vasto conjunto el poeta ha hecho una elección muy particular: la música de Strauss -y sabemos que la música es esencial en la poesía de Gracia- y la interpretación quijotesca de Unamuno, escritor al que nuestro autor puede sentirse ligado por razones varias: desde sus estudios en la Universidad de Salamanca, de la que fuera rector don Miguel de Unamuno, hasta la visión del mundo pesimista, precisa y melancólica en la que ambos coinciden. 


El primer poema, dedicado a la música, se titula así: "R. Strauss compone sus "Variaciones sobre un tema caballeresco". Se refiere al músico alemán Richard Strauss, autor del poema sinfónico titulado "Don Quijote" (1897). Antonio Gracia reconoce su genio musical considerando la música como un idioma especial de la escritura dentro del mundo creativo de las artes:


"el que domina el verbo y lo traduce 

a esos múltiples verbos 

que son las otras artes".


El segundo poema, "Angrac Ianto lee en su adolescencia", versa sobre sí mismo enfatizando su amor por la palabra, la música y las artes. Define su personalidad como la de alguien empeñado en descifrar lo indescifrable y dar sentido al mundo a través del arte y la palabra. 

Si observamos el título del poema, "Angrac" es una composición léxica elaborada a partir de las primeras letras del nombre y apellido de Antonio Gracia. La adolescencia es, según estudios objetivos, una de las etapas de la vida en las que más se lee y en las que las lecturas más pueden impresionar al lector y dejar profundas huellas para el resto de la vida. Los últimos versos nos pueden dar las claves del mundo lírico del poeta: "tratar de convertir en himno / la elegía" ha sido la titánica tarea de su vida. Si consideramos que la elegía es un canto triste, generalmente dedicado a la muerte de alguien, mientras que el himno tiene connotaciones de gloria y de triunfo, entendemos esos íntimos deseos del poeta cuyo único mecanismo para dar sentido al universo es la palabra:


"Necesito encontrar la mística del cosmos

y no tengo más luz que la palabra."


Y llegamos al último poema, "Unamuno prosodia a Don Quijote". Esta afirmación aparentemente técnica, ya que la prosodia no es más que una parte fonética y sonora de la gramática, se refiere a que Unamuno reescribió el Quijote a su estilo en su "Vida de don Quijote y Sancho". El poeta, por boca de Unamuno o quizá de don Quijote a través de Unamuno, se dirige a Dios en un soberbio apóstrofe que mantiene la tensión lírica a lo largo de los míticos catorce versos de un soneto que pone el broche de oro al poemario. No puede haber, cree el poeta, una ultrarrealidad más hermosa que la que ya disfrutamos. Y con esa palabra, con la del poeta, con su interrogación sin respuesta dirigida a los cielos, cerramos este, ya largo, preámbulo: 


"¿Existe un cielo azul con más nobleza,

una rosa más bella que la rosa?

¿Crearás con tu mano poderosa 

mayor grandeza en la Naturaleza?"



Consuelo Jiménez de Cisneros

Madrid, agosto de 2023


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