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martes, 25 de junio de 2019

Libros ocultos y buscadores de ripios

Shostakovich, C 8

Escribir compulsivamente como un río que necesita vomitarse para limpiar su cauce, ese es el inicio. Y sin embargo, la prisa por imprimir tal compulsión impide ver que ese drenaje, bueno para la mente, no lo es para la poesía, para su calidad.
     Muchos libros han surgido de esa terapia y han abastecido el mundo con sus baraturas. 
     También yo padecí esa confusión: la de creer que las musas sin filtrar por la perspectiva del tiempo, y sin podar, dicen la verdad vivida y escrita. 
     Mi error en publicar demasiado pronto me llevó a esconder algunos títulos (robándolos de las casas en las que los encontraba), avergonzado de aquellas primerizas incursiones. Vaya en mi defensa el hecho de que algunos de esos textos habían nacido circunstancialmente: así, "Alrededor de la sangre" me sirvió para ganarme un permiso de un mes durante el servicio militar; "Rapsodia mística" y "Canciones para los niños muertos" -transcripciones verbales de diferentes músicas- los inspiró el hambre y fueron comidos literalmente -en forma de alimentos del supermercado- con las viandas dinerarias que produjeron los sendos premios que adquirieron. 
     Pero nada de eso justifica engrosar el mundo con escrituras -mejor: publicaturas, que escribir es terapéutico- que no añaden y sin embargo estorban. Hay que ser buen alumno antes de pretender ser maestro. Hay que aprender, al menos, de los errores. Por eso tengo tanto manuscrito en los cajones. Son fragmentos desechados en la construcción de la propia identidad. 
     Cuántos escritores, músicos, pintores... han rechazado sus propias obras por considerarlas solo un medio para su fin. Y sin embargo vienen luego los hacedores de tesis, los buscadores de ripios, y llenan el mundo de obras completas que el propio autor desterró.



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