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lunes, 29 de mayo de 2017

Alrededor del amor (7)


Debussy / Renoir

9.- Un misterio sin máscara.-   
El amor es el único misterio cuya incógnita no existe. Es decir: que no es un misterio. El hombre se ha preguntado por qué ama sin considerar que la palabra amor y la palabra hombre, como especie o género “animal racional”, son dos sinónimos. Por naturaleza, el animal siente atracción por sus semejantes, necesita su contacto: es la sensualidad lo que define su convivencia. Se rige por la animalidad y no sufre traumas porque no amputa ni castra sus necesidades. No obstante, al aparecer en el animal humano el último órgano biológico, la racionalidad, esta condujo el cuerpo y la mente animales del hombre por los mejores caminos de la existencia que supo discernir de entre la información que llegaba a su cerebro. Pero la información de ese incipiente cerebro inteligentemente sensibilizado no siempre era correctamente computada, con lo que los silogismos de la novicia racionalidad, sobre todo al tribalizarse, fundamentados en débiles premisas, a menudo desacertaban en sus conclusiones. De ahí que la Historia sea la relación de unos principios que se autocuestionan y reciclan en cuanto aprendices de sí mismos. 

        El hombre es un ser en continua evolución porque es un ente en perenne ansia de autoperfección. Ama porque se ama. Se entrega al otro cuerpo y la otra mente porque necesita ser tocado y sentido, ser pensado y recibido. El amor es la satisfacción de la aceptación y la entrega. El beso, la cópula, son las señales por las que el cuerpo y la mente se dicen a sí mismos que la sensualidad, la vida, se cumple como ordenan los cánones, los genes. El amor es una razón genética que la racionalidad social ha desnaturalizado y problematizado. Cuando un hombre o una mujer preguntan “¿por qué amo?” están pidiendo desde la inocencia olvidada una responsabilidad a las formas del pensamiento religiososocial que tan impunemente han ejercitado su ponzoña castradora de la verdad del corazón, al que han culpabilizado por no reprimir su espontánea naturaleza. Espontaneidad telúrica expresa en estos versos jocosos:
              Estando sobre la cama
                faziendo sexo de amor,
                  con tanta furia se amaban
                     que la cama se rompió.
                         El uno a la otra le entraba 
                           como buscándole el yo,
                             y tanto el tú le encontró
                               que la cama se rompió.
                                 Cuántos quisieran decir,
                                     tras sus batallas de amor,
                                       que tan cruento fue el combate
                                         que la cama se rompió.
Sexualidad natural que no reprime la dicción de Diego Torres:
               Las estrellas son como estalactitas:
               con la mía penetro tu caverna
               y destilo mi cuarzo.