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sábado, 29 de abril de 2017

Luis Bagué Quílez: La construcción del poema

Escribivir

UNA AUTOBIOGRAFÍA INTELECTUAL

La construcción del poema es un libro inclasificable en el que Antonio Gracia nos invita a entrar en su taller creativo y a conocer sus lecturas de cabecera.

Luis Bagué Quílez

La construcción del poema
Antonio Gracia
Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert
235 páginas. 10 euros

La construcción del poema quizá sea la obra más autobiográfica de Antonio Gracia, y no se trata de una boutade. En efecto, no es este un ensayo filológico al uso ni una recopilación de artículos eruditos, sino algo que encaja perfectamente con la concepción que su autor tiene del acto creativo: una autobiografía intelectual que nos permite acceder a la biblioteca mental o al “taller del hechicero” (por decirlo con palabras de Aníbal Núñez) donde se fragua la inspiración lírica. Por eso el título del volumen no nos habla de la obra acabada, sino del proceso de escritura, del work in progress o del camino de perfección. 
     Si hay una preocupación constante en la trayectoria de Antonio Gracia, esa es la voluntad de permanencia, que se articula en torno a dos ejes: “el canto a lo que se desea perdurable y el llanto por la mortalidad”. El himno y la elegía (o, mejor, el himno en la elegía, según la afortunada acuñación del poeta) son los protagonistas de este libro, distribuido en tres partes. La primera sección refleja la inmutabilidad de los temas eternos y las transmutaciones metafóricas con las que distintos autores han conseguido dotar de nueva vida a los inquilinos de esa fosa común que llamamos “tópicos literarios”. Del manantial del romancero a los sonetos de Quevedo, del cortesano Garcilaso al urbanita José Agustín Goytisolo, de César Vallejo a un tal Torres con hechuras de apócrifo, el autor se pregunta sobre algunas cuestiones palpitantes: los límites de la inspiración; la idoneidad entre expresión y contenido; la plasmación del dolorido sentir, de la caducidad de la belleza o de la carnalidad exultante; y, en fin, las consecuencias verbales en las que desemboca la causa humana. Al tiempo que destaca los logros, Antonio Gracia no soslaya los yerros −de pensamiento, palabra, obra u omisión− en los que suelen incurrir los poetas de recetario y aquellos otros que anteponen un credo dogmático a la autenticidad artística o emotiva. Bajo los signos alternativos de Eros y Tánatos, La construcción del poema somatiza en sus páginas un mal de siècle (de cualquier siècle) del que acaso solo nos redima el consuelo catártico de la escritura. Entre píldoras aforísticas y máximas lapidarias, Gracia entrega un tratado sobre la belleza, a la que define como “el único paraíso en este mundo” o “el único fruto semántico que ningún darwinismo estético podrá jamás corromper”.
     Menos fragmentaria, la segunda sección del libro se asoma a algunos problemas temáticos, genéricos o autoriales. Se enhebran aquí asuntos en apariencia dispares, pero en el fondo próximos, como la construcción literaria del mito de don Juan, resultado de la aleación entre la palabra y la sensualidad; las ideas fundacionales del romanticismo, destiladas a partir de la reciente antología crítica publicada por Ángel L. Prieto de Paula; la solidaridad recíproca entre amor y trascendencia en Miguel Hernández; las contradicciones ético-estéticas de Juan Gil-Albert; la arquitectura narrativa del cuento borgiano; las sucesivas identidades líricas de Félix Grande; o unas jugosas notas sobre el haiku en particular y el arte breve en general.
     Por último, los textos del tercer apartado difuminan las fronteras entre la pedagogía y la ontología. La exhortación al cultivo de la lectura como senda para alcanzar el conocimiento y la condensación de la experiencia acerca de la enseñanza de la literatura nos invitan a perdernos en el arte, ese jardín de senderos que se bifurcan. 
     Declaración irrestricta de amor a la palabra, balance contable de deudas literarias y lección de cosas, La construcción del poema nos permite ratificar algo que un bardo inglés intuyó hace poco más de cuatro siglos: que “estamos hechos de la misma materia que los sueños”. 
                                                                 Arte y Letras. 27-IV-2017