Visitas

Seguidores

domingo, 16 de noviembre de 2014

Dos: ¡Qué gran hombre, el hombre!

 Copland: Fanfarria para el hombre común



Leer

¡Qué gran hombre, el hombre!


La frustración de las urnas.

¿Cuál es el método idóneo para la convivencia? ¿Élite o muchedumbre?
        Primero gobernaban unos pocos, imponiendo, a imagen de los dioses, la dictadura y la sucesión de la sangre imperial. Hoy al gobernante lo eligen sus conciudadanos. Por fin: cada criterio un voto. ¿Ha desaparecido por eso la dictadura? ¿No es la multitud peor gobernante y consejera que el consejo y gobierno de los cultos? ¿No debería todo aquel que se sabe ignorante de la sensatez (pero esto ya significa una sabiduría) renunciar a su derecho a elegir, puesto que desconoce cómo elegir bien? 
      Pues eso es lo que en buena medida se hace hoy: el ciudadano elige a sus representantes: y estos, dictatorialmente, solo se representan a sí mismos. ¿Ha cambiado algo? ¿No continúa una minoría en el poder, aunque esa minoría la haya elegido la mayoría (que, tristemente, suele contentarse con el "pan y circo" porque a eso la han enseñado?) 
        La muchedumbre siempre es analfabeta: el "pan y circo" es su educación y su cultura. Y desde ella observa, juzga y elige. Y no es posible compatibilizar la lógica de los cultos, siempre en minoría, con la de los incultos. Lo único que los une es la distorsión que todos los cocientes intelectuales, altos o bajos, desarrollan en su beneficio: la picardía, la corrupción. Y cuando a ello se les une la pobreza o el afán de riqueza, se consuman el delito y su impunidad.
        Votar es un derecho que se nos entrega al nacer: pero deberíamos educarnos para ejercerlo; simplemente porque nuestro voto no nos afecta solo a nosotros, sino a esa mayoría tras la que nos amparamos y en la que, tristemente, nos escondemos. 
        Lo importante no es participar, sino la calidad y responsabilidad de la participación. No es igual que triunfe el pueblo que el populacho. Y las utopías no se alcanzan con incultura.