El Azar -otros le llaman Dios- nos ha hecho emerger en un recipiente al que llamamos Universo, perfectamente cambiante y perfeccionista en sus cambios. Algunos hemos tenido la suerte de nacer y vivir en lugares ajenos a catástrofes naturales, sin temperaturas insoportables ni diluvios; comemos diariamente, tenemos acceso a la cultura y nuestras profesiones son dignamente cómodas; nos resulta fácil ser responsables. Si no podemos hacer todo lo que queremos tampoco tenemos que hacer lo que no queremos. Somos nuestros propios dioses en un cielo terrestre. Nuestra propia demiurgia.
Solo un enemigo nos ataca: la política. Esta es -debería ser- nuestro ángel de la guarda. Pero es nuestra guardia pretoriana.
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