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jueves, 22 de enero de 2015

Para ti, que no sé quién eres, de mí, que no sé quién soy

Origen de la lírica (55 segundos)

1.- Cuando me preguntan por qué escribo, o para qué y cuestiones similares, solo se me ocurre decir que para encontrar mi nombre verdadero: para identificarme y librarme de mí.
     El origen tal vez esté en que yo fui un niño triste y solitario que solo contaba sus indefensiones al papel y al lápiz, es decir -ahora lo sé-, a sí mismo -a mí mismo-, que era a su vez un otro que pudiera comprenderlo, abrazarlo, tal vez quererlo. Supongo que en buena medida sigue siendo aquel infante el que vive y escribe hoy y se mantiene lejos, sin interlocutores, dueño de su solitariedad, esclavo de ella. 
     Esa es la verdadera razón de la palabra: hallar la identidad, buscar una razón para seguir viviendo como debiéramos ser y no solo como somos; disculpar al demiurgo que nos dio la existencia, aceptar la orfandad de nuestro ser, el sinsentido del vivir, amar nuestra precariedad bajo el triste infinito prometido: amarnos a nosotros mismos, que es la más ardua tarea. No es extraño que ahora recuerde que Mozart confesaba componer para que lo quisieran, y que García Márquez decía escribir con el mismo fin... Lo cierto es que solo he sentido cierta redención y sosiego las escasas veces que he escrito algo que me parecía digno y consideraba de validez universal.

     2.- Las otras consideraciones sobre la escritura son racionalizaciones para entender o etiquetar el laberinto: éticas, poéticas, estéticas... Todo cuanto viene tras la escritura íntima y solitaria pertenece al oficio artesanal, necesario para que lo que se dice esté mejor dicho. Tras la escritura y publicatura de un libro llegan las poéticas a posteriori: lirismo, prosaísmo, hermetismo, sencillez... Y la repercusión social, el éxito o fracaso, y otras lindezas mundanales, son falsos resplandores que tal vez ayuden a la autoestima, aunque solo sean perspectivas analíticas. 
     Pero, como digo, el primer impulso -al menos para mí- es el del hallazgo del yo, su desentrañamiento, aunque se traten temas que en principio son o parecen tangenciales a esa búsqueda. Porque toda escritura -todo arte- es autobiografismo síquico. Supongo que lo mismo hace el lector, y yo como lector: leo para encontrar en los otros lo que mi yo necesita para reconocerse y construirse.  Por eso quien más lectores tiene a lo largo de los siglos es aquel que aúna en sus textos los rasgos distintivos del ser humano. Y por eso el libro más cabal es el que el lector siente que ha sido escrito para él, aunque sepa que el autor lo escribió para sí mismo.
     No es casualidad que mi dedicatoria durante años a quienes me la han pedido haya sido: "Para ti, que no sé quién eres, de mí, que no sé quién soy".
     Quien no escribe para sobrevivir íntimamente está muerto, o solo tiene la vida que los demás le prestan.