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miércoles, 15 de octubre de 2025

¿QUÉ EXISTÍA ANTES DEL BIG BANG? | STEPHEN HAWKING

Eludiendo suicidios.


Arcadia nebulosa

Qué poder terapéutico el del arte: escribir, pintar, componer... No hay mejor exorcismo que el de entrar en nuestro infierno y echar fuera sus cenizas. Eso pretendieron estos versos:

Arcadia nebulosa

Si algún día el dolor te sedujera
para acabar con tu melancolía,
acude al mar, contempla su infinito
como un fulgor errante y solitario
que nada necesita y lo da todo.
Mira cómo se elevan las gaviotas
entre los arrecifes; deja allí
el suicidio que ansías y desprecias.
Escucha el mar: en él nada es oscuro.
Siente su voluntad de firmamento
aherrojado en amargo manantial.
Toca su eterna transfiguración.
Inmerso en su celeste transparencia,
quiere elevarse el alma, alzarse
sobre el dolor, cantar.
Regresa a tu existencia cotidiana
igual que si una ola retornase
al abisal secreto de la espuma.
Camina montes, siembra madrugadas
en el atardecer, corona el día
con flores y templanza. Rememora
la sigilosa forma de la luz. 
En el propio naufragio está la isla 
y en el dolor su misma redención.



10 películas clásicas que nadie te contó

martes, 14 de octubre de 2025

La soledad del creador.


G. Bellod

La creación -artística o científica- y la convivencia pocas veces son compatibles. El artista nace con unas cualidades diferentes a las de la mayoría y desde ellas va perfilando sus experiencias hasta adquirir una visión del mundo igualmente distinta. Esa dedicación a su mundo interior le exige un espacio íntimo excesivo para los demás, quienes difícilmente comprenden y soportan ese apartamiento. 
     Se rige, así, conscientemente o no, por unas normas que lo hacen chocar con sus alrededores hasta automarginarse o ser marginado. Incluso cuando encuentra otro artista, el choque de sus mundos parece inevitable porque el universo de la creación es semejante pero con fronteras. Ni siquiera los gigantes se reconocen entre sí, como ocurrió en los encuentros de Góngora Quevedo, Mozart y Beethoven, Van Gogh y Gauguin, y tantas guerras literarias.
     De modo que solo en la soledad de su retiro introspectivo puede el creador fraguar su obra, pues solamente desde su mismidad, por muchas experiencias externas que acumule en ella, puede la inteligencia armonizar su visión y plasmarla en una obra.
     La obra, su obra, es el constante interlocutor que absorbe su conversación, monólogo que lega a los demás y que lo encadenan a lo que tantas veces he nombrado como solitariedad.

Miénteme, corazón, marchítame


Para leer el texto pulsar


                                Voz: Manuela García


lunes, 13 de octubre de 2025

Patrokla


                                                                     Ligeti: Lux aeterna


Patrokla la "Muchosnombres" tenía la más preciada virtud: era digna. Pero en seguida debo añadir que dejó de serlo y se colmó de indignidad. 

Como temía no ser amada y ella amaba poliamorosamente hizo un curso intensivo de desenamoramiento en tres ráfagas.

Vivió su vida con miedo porque quería ser Alguien y logró ser solo Nadie. Como se engañaba a sí misma y era su propia tartufa, a todos tartufeaba y la engullía el terror de ser descubierta un día. 

En su vida no había más vida que la de quien teme la ausencia de aplausos. No sabía, o rehusaba saber, que el éxito viene de dentro del corazón virtuoso y no de la muchedumbre. 

Tenía tan escasa fortaleza de carácter que ansiando ser una sonriente y virginal caperucita solamente logró ser su propio lobo. Y Claro: terminó devorándose a sí misma.

Pocas cosas hay más difíciles que mirarnos objetivamente sin subjetividad. Nos vemos a nosotros mismos desde nosotros mismos; es decir: no nos vemos como si fuésemos otros.


Hay otras vidas (Madrigal para el fin de los tiempos).



Madrigal para el fin de los tiempos

Hace miles y miles de millones
de años, en algún lugar del tiempo
y el espacio, ubicuos e intangibles,
una partícula infinitamente
comprimida inició su inexorable
expansión temporal e ilimitada,
de tal manera que aún no comprendemos
cómo la eternidad y el infinito
siguen tejiendo eternidad y espacio
capaz de hacer posible lo imposible:
que el Todo se contenga en otro Todo.

Estrellas y galaxias se fueron sucediendo,
muriendo y renaciendo: metamorfoseando.
En un instante pleno de esa metamorfosis
brotó mágicamente lo que llamamos vida;
y milenios después, sobre una roca errante
yerma y deslavazada, surgió esa ambigüedad
que se piensa a sí misma y que llamamos hombre.

¿Qué genes naturales iba a heredar tal ser
sino los de sus padres, la atávica violencia 
entre el caos y el cosmos: el eros contra el tánatos?
Doliente y azotado por la naturaleza,
sobrevivió al dolor, padeció el desamparo,
sufrió la indefensión del glaciar de la noche.
Incluso cuando un día le nació la conciencia
como un órgano más, inesperado y frágil,
soportó el sufrimiento de saber, de improviso,
que su vida era solo un camino a la muerte.

Propuso resiliencias, creó mediante el arte
espejos de sí mismo: estatuas, lienzos, verbo
-única munición contra la muerte- para
salvar su identidad, y legar su experiencia
como un breve sosiego a cuantos aún naciesen
y fueran masacrados en cuanto conocieran

la condición mortal de la existencia.

También yo soy sufriente de ese estigma
y buscador de adargas que me amparen.
Y, de súbito, siento que es posible
pensar estableciendo una premisa
tan absurda, tan lúcida y remota
como la del origen primigenio:
si la vida surgió de un ente mínimo
que se autogeneraba inmortalmente,
y toda consecuencia es una causa,
¿por qué no completar el silogismo
de la lógica absurda concluyendo
que la muerte es también una partícula
inmensurablemente comprimida,
-o un agujero negro redentor-
que inicia su expansión a otro universo
y conduce la vida a otra existencia?


Malher: Sinfonía Resurrección (Final)

Kokoschka: La novia del viento

Eduardo Lastres: La puerta del milenio