Mientras mi vida fluye hacia la muerte // antonio gracia
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lunes, 29 de diciembre de 2025
domingo, 28 de diciembre de 2025
Respighi: Pinos de Roma
(Para Rody)
He ahí los pinos de Roma contemplando el ejército imperial a su paso por la Vía Apia: el estruendo de su trompetería y sus tambores, la marcialidad de los soldados al pisar el mundo al que han vencido con su espada cesárea, el ritmo trepidante y el vértigo de ser conquistadores magnos:
Ese furioso estrépito retrata la alquimia sonora de la orquesta colorista de Respighi, en un crescendo inamovible a la par que trepante en quien escucha. Pocos obstinatos desplegables por la instrumentación hay, después del crescendo del Tristán, y antes del bolero raveliano.
Semejante a un fantasma que despertase del pasado, lentamente parece surgir de la tierra un fragor que se eleva y avanza como si un gigante apresado se fuera liberando milímetro a milímetro y arrastrase con él la invisible cadena hasta romperla en su bramar final:
Este es el cuarto cuadro del poema sinfónico. Escuchemos ahora la obra completa:
- 30517
Más allá de la muerte hay un país...
Scriabin: Poema del éxtasis
Anábasis
Más allá de la muerte hay un país
en el que fluye un manantial sereno.
El trino de los pájaros acuna
la soledad que mece el corazón
abrazado a su músico prodigio.
La sístole del alma reverbera
bajo el palio del cielo, y una ofrenda
de flores y fragancias transfigura
en sortilegios toda sensación.
Fulge la luz y un resplandor seduce
los ojos. Todo es dicha, frágil paz.
No existen ni las noches ni los días.
Todo es el viaje inmóvil de los sueños,
un flujo hacia el abismo cenital,
la eterna sinestesia.
25124
sábado, 27 de diciembre de 2025
La convivencia.
Hay quienes se contentan con sobrevivir, en vez de vivir plenamente. Mal que me pese, reconozco ahora que para esto último es preciso aprender a convivir. Como lobo solitario, sé que hay pocos paraísos semejantes a los de la soledad buscada. Pero esta es aún más gozosa cuando es posible salir y volver a ella antes y después de gozar también de serena compañía. Siempre he viajado desde mi isla hasta otras tratando de no naufragar ni provocar naufragios. Cuando se consigue ser isla y continente, y el istmo es navegable, la tierra y el océano son nuestros.
Digamos, por ejemplo, que una mujer -o un hombre- se obstina en que ya es muy tarde para cambiar -cosa que se decía igualmente cuando aún era temprano-. Ella quiere ser aceptada tal como es, con sus virtudes y defectos; como casi todos. Olvida que cuando el individuo entra en sociedad -o en pareja- cambian sus derechos y deberes y debe asumir los del grupo. No se da cuenta de que cada uno somos como nos han hecho, y que debemos ser nosotros quienes nos hagamos cuando nos concienciemos de que solo aprendemos cometiendo errores que querían ser aciertos. Que debemos ser sujetos de nuestra identidad: puliendo nuestras virtudes y eliminando los presuntos defectos.
Pero toda autocrítica es dolorosa, y querer cambiar implica reconocer que hemos vivido equivocados, o con un criterio inasumible por los otros, el otro. Preferimos no reconocer errores -aunque eso nos obligue a seguir cometiéndolos y a continuar sufriendo rechazos-. Eludimos mejorarnos -cambio que nos permitiría ser aceptados-. No somos culpables de que nos hayan hecho como somos –genes, familia, educación, compañías…-; pero somos responsables de no querer rectificarnos. Nadie quiere soportar al otro; sin embargo casi todos exigimos que nos soporten.
Esa mujer -y la otra mujer, y el otro hombre…- cree que la alegría, o la felicidad, es algo que algunos reyes magos dan gratuitamente y que es el mundo el que debe cambiar para ella -ellos-. La verdad es que somos nosotros quienes, con esfuerzo, paciencia y ahínco, debemos conquistar y cuidar una parcela amable del mundo, cada día. El método es un sabio y bienintencionado do ut des: sin traicionarnos, alojar un nosotros en el yo. Ni ceder ante la muchedumbre ni encarcelarnos en nuestros autismos.
Si no, mejor es retirarnos a la isla de la que hablaba al principio. Aunque tampoco sabremos vivir allí si no admitimos nuestras limitaciones.
viernes, 26 de diciembre de 2025
A la orilla del vértigo
Georg BÖHM
A la orilla del vértigo
Hermosa mía: cuando llega el alba
y se inunda de claridad el día
siento que son tus ojos los que siembran
de luz los míos. Amanece el mundo,
la existencia es un pálpito, los pájaros
cantan salmos de dicha, los arroyos
torrentean los campos y las flores
dan color a la risa.
Todo es como un abrazo clandestino
del mar a las estrellas y del sol
a la luna.
En ese laberinto inextinguible
todo en el mundo lucha contra todo.
Pero tú no te rindas: el combate
te hará más fuerte y vencerá la luz.
El latido del cosmos se acelera.
Y la muerte no existe porque vivo
en el castillo de tu corazón.
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