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Mientras mi vida fluye hacia la muerte // antonio gracia
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domingo, 28 de diciembre de 2025
sábado, 27 de diciembre de 2025
La convivencia.
Hay quienes se contentan con sobrevivir, en vez de vivir plenamente. Mal que me pese, reconozco ahora que para esto último es preciso aprender a convivir. Como lobo solitario, sé que hay pocos paraísos semejantes a los de la soledad buscada. Pero esta es aún más gozosa cuando es posible salir y volver a ella antes y después de gozar también de serena compañía. Siempre he viajado desde mi isla hasta otras tratando de no naufragar ni provocar naufragios. Cuando se consigue ser isla y continente, y el istmo es navegable, la tierra y el océano son nuestros.
Digamos, por ejemplo, que una mujer -o un hombre- se obstina en que ya es muy tarde para cambiar -cosa que se decía igualmente cuando aún era temprano-. Ella quiere ser aceptada tal como es, con sus virtudes y defectos; como casi todos. Olvida que cuando el individuo entra en sociedad -o en pareja- cambian sus derechos y deberes y debe asumir los del grupo. No se da cuenta de que cada uno somos como nos han hecho, y que debemos ser nosotros quienes nos hagamos cuando nos concienciemos de que solo aprendemos cometiendo errores que querían ser aciertos. Que debemos ser sujetos de nuestra identidad: puliendo nuestras virtudes y eliminando los presuntos defectos.
Pero toda autocrítica es dolorosa, y querer cambiar implica reconocer que hemos vivido equivocados, o con un criterio inasumible por los otros, el otro. Preferimos no reconocer errores -aunque eso nos obligue a seguir cometiéndolos y a continuar sufriendo rechazos-. Eludimos mejorarnos -cambio que nos permitiría ser aceptados-. No somos culpables de que nos hayan hecho como somos –genes, familia, educación, compañías…-; pero somos responsables de no querer rectificarnos. Nadie quiere soportar al otro; sin embargo casi todos exigimos que nos soporten.
Esa mujer -y la otra mujer, y el otro hombre…- cree que la alegría, o la felicidad, es algo que algunos reyes magos dan gratuitamente y que es el mundo el que debe cambiar para ella -ellos-. La verdad es que somos nosotros quienes, con esfuerzo, paciencia y ahínco, debemos conquistar y cuidar una parcela amable del mundo, cada día. El método es un sabio y bienintencionado do ut des: sin traicionarnos, alojar un nosotros en el yo. Ni ceder ante la muchedumbre ni encarcelarnos en nuestros autismos.
Si no, mejor es retirarnos a la isla de la que hablaba al principio. Aunque tampoco sabremos vivir allí si no admitimos nuestras limitaciones.
viernes, 26 de diciembre de 2025
A la orilla del vértigo
Georg BÖHM
A la orilla del vértigo
Hermosa mía: cuando llega el alba
y se inunda de claridad el día
siento que son tus ojos los que siembran
de luz los míos. Amanece el mundo,
la existencia es un pálpito, los pájaros
cantan salmos de dicha, los arroyos
torrentean los campos y las flores
dan color a la risa.
Todo es como un abrazo clandestino
del mar a las estrellas y del sol
a la luna.
En ese laberinto inextinguible
todo en el mundo lucha contra todo.
Pero tú no te rindas: el combate
te hará más fuerte y vencerá la luz.
El latido del cosmos se acelera.
Y la muerte no existe porque vivo
en el castillo de tu corazón.
Beso sin boca.
... Los índigos tremantes ...
(J. Cantero)
Está lloviendo púrpura en diciembre,
el añil se diluye por tus ojos,
suena en tu corazón Chopin, y escribo:
de nieve y sombras y de otoños hecha,
te acercas fantasmal y enfebrecida,
llena de truenos y de magias llena,
rosa tu carne y tu presencia azul
como una ausencia errante:
vienes
con flautas y siringas, eres solo
el hálito, el prodigio, el beso cósmico:
el terciopelo y el coral se bruñen
como epidermis roja de la sangre
en tu boca labial, como dos párpados
latiendo, besamando:
la belleza bisela tu sonrisa,
ámbar y amor diluyes en mi boca
devorada por ti:
devoradora
de cuanto llueves sobre mi existencia:
jueves, 25 de diciembre de 2025
No dejarás de amar.
The Shadows: Sonámbulos
Los únicos que nunca nos abandonan son aquellos que jamás nos han acompañado. También quienes nos aman de verdad. Pero estos no existen.
Quienes tachen de derrotismo esta afirmación lean, sin más, el capítulo de 1984, de Orwell, en el que El Gran Hermano tortura a Winston en la habitación 101 y este acaba, para evitar su horror, deseándoselo a su amada Julia.
Tal vez, como excepción, sean los padres quienes siempre acompañan, aunque suelen morir antes que nosotros. Y, además, esa incomparable compañía no es suficiente para acallar el grito de la íntima soledad.
Tal vez por eso todos buscamos ser alguien para alguien, y nos invade la melancolía cuando nos sentimos nadie para todos.
Tal vez, también por eso, el Amor de quien nada nos debe -y no nos necesitaba antes de amarnos- es la más codiciada de las criaturas de este mundo. Cuando somos amados sentimos que el universo entero nos está gritando: También tú existes; yo sin ti no existiría. Tu existencia me otorga identidad.
Tal vez por eso, incluso quien se ve obligado a odiar, no puede dejar de amar.
Tal vez por eso, incluso quien se ve obligado a odiar, no puede dejar de amar.
Por eso, y sin tal vez, Dante termina su Commedia afirmando que es el amor el que mueve las estrellas.
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